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18 Febrero 2013

Shakespeare de autoayuda

Un grupo de especialistas en ciencia, psicología y literatura comprobó científicamente que leer al dramaturgo, poeta y actor inglés puede resultar una terapia más eficaz para el cerebro que los textos creados con dicho fin. 

Pocos escritores en la historia han tenido tanta influencia como ha ocurrido con William Shakespeare, quien es considerado uno de los más grandes autores de la literatura universal y figura clave en el desarrollo de las letras inglesas, mérito que se le reconoció atemporalmente. 

Ya lo decía Víctor Hugo desde el destierro alrededor de 1860, mientras terminaba su obra Los miserables: “Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le debe”. A esas alturas del siglo XIX, la obra del que hoy es considerado el autor dramático más grande de todos los tiempos era ignorada por la mayoría y despreciada por los exquisitos. Las palabras del patriarca francés remecieron tan fuete las conciencias patrióticas inglesas que fue sólo en ese momento cuando decenas de monumentos fueron erigidos en su nombre.

Muchos no ponen en duda lo que hace la poesía o la lectura de un buen libro sobre el estado anímico de una persona, cómo la transporta a sitios inimaginables, cómo resuena y la pone en contacto con las fibras más íntimas, pero muy poco se conoce aún de qué manera y en qué escala la poesía y el lenguaje afectan al cerebro.

Científicos de la Universidad de Liverpool en Reino Unido han demostrado que el modo que tenía el dramaturgo inglés de usar el lenguaje hace que el cerebro se excite o estimule de un modo peculiar, algo que denominaron: el efecto Shakespeare.

Un grupo de especialistas en ciencia, psicología y literatura comprobó científicamente que leer al dramaturgo, poeta y actor inglés puede resultar una terapia más eficaz para el cerebro que los textos de autoayuda. Esto ocurriría, principalmente, por la costumbre que el autor tenía de convertir los verbos en sustantivos y los sustantivos en verbos. 

Según los autores del estudio, publicado en la Revista Cortex (Cortex (2012), doi:10.1016/j.cortex.2012.03.011), esto aumentaría el efecto dramático de las palabras sin que el lector deje de percibir su significado. Sencillamente, “Shakespeare sorprende al cerebro, lo coge desprevenido de tal modo que produce un estallido de actividad”, explicaron los investigadores, que añadieron que sus textos, por esa misma razón, han dejado una “huella imborrable” en los lectores.

Los investigadores encontraron que esta técnica permitía al cerebro entender lo que significa una palabra antes de que conocer la función de la misma dentro de una frase, lo que provoca una fuerte e intensa actividad cerebral y obliga al cerebro a trabajar hacia atrás con el fin de entender plenamente lo que Shakespeare está tratando de decir.

El profesor Neil Roberts de la Magnetic Resonance and Image Analysis Research Centre de Liverpool señaló que “el efecto de la obra de Shakespeare sobre el cerebro humano se puede explicar de la misma manera que un truco de magia: sabemos lo que significa el truco, pero no sabemos de qué manera se desarrolló. El cerebro, en lugar de estar confundido en un sentido negativo, se entusiasma positivamente, se acomoda y actúa para encontrar el significado que busca”. Algo que ya había sido investigado anteriormente por los autores (NeuroImage. 2008 Jan; 40: 923–931)

Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron la actividad cerebral de 20 personas a través de electroencefalogramas (EEG) mientras leían una obra seleccionada del escritor británico en lenguaje coloquial y también en estilo clásico.

Se midieron las respuestas cerebrales a través de electrodos. “El EEG nos entregó mediciones que nos permitieron establecer que la actividad eléctrica cerebral aumentaba a medida que la prosa se complicaba”. Esto los llevó a concluir que la lectura de los grandes clásicos tiene efectos beneficiosos para la psique y que este tipo de lectura estimularía el cerebro moral, captando la atención del lector y provocando momentos de autorreflexión, lo que podría resultar ser una terapia más eficaz para el cerebro que los masificados libros de autoayuda. 

Los expertos descubrieron que la poesía “es más útil que los libros de autoayuda”, ya que afectaría al hemisferio derecho del cerebro, “donde se almacenan los recuerdos autobiográficos y ayuda a reflexionar sobre ellos y entenderlos desde otra perspectiva, porque la poesía no es sólo una cuestión de estilo. La descripción profunda de experiencias añade elementos emocionales y biográficos al conocimiento cognitivo que ya poseemos de nuestros recuerdos”, explicó el profesor Philip Davis, uno de los autores de la investigación. 

Tal vez en ningún otro lugar más que en sus obras esto está más claro. El valor de sus escritos no sólo radica en la formidable manera de ilustrar la vida interior de sus personajes a través de la expresión de sus pensamientos, sino que también a través del juego con el lenguaje.

Shakespeare pone al servicio del lector-espectador un juego de expectativas lingüísticas capaz de causar destellos cerebrales mayores en aquellas personas que disfrutan de su extenso y riguroso trabajo sobre el cual corre un océano de tinta.