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13 Febrero 2023

Redes sociales: ¿alteran el neurodesarrollo?

Revisar habitualmente estas plataformas puede conducir a cambios en la sensibilidad neuronal relacionada con el sistema de recompensa y castigo en adolescentes, con su consecuente efecto sobre la salud.

La población infanto juvenil pasa cada vez más tiempo en línea y conectados entre sí a través de las tecnologías digitales. La propiedad de dispositivos móviles y uso constante de redes sociales (RRSS) han alcanzado niveles sin precedentes, tanto así que ya existe preocupación respecto a cómo esta conectividad está dañando la salud mental [1].

Este interés se relaciona con múltiples aspectos de la vida, los que van desde la capacidad para interactuar con otros en la “vida real” hasta un enfoque más reciente sobre si pasar mucho tiempo online está contribuyendo a la manifestación de ansiedad, depresión, soledad y comportamientos suicidas [2] y a cambios cognitivos, emocionales, médicos y cerebrales [3].

En la última década, la rápida aceptación de las RRSS ha alimentado los temores de que las distintas plataformas disponibles estén causando graves problemas de salud psicoemocional. Esta correspondencia se ha centrado en los efectos negativos y basado en datos débiles. Muchas veces, dejando de lado una perspectiva importante: la sociológica

Nueva evidencia

En uno de los primeros estudios a largo plazo sobre el desarrollo neural de los adolescentes y el uso de la tecnología [4], neurocientíficos de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (Estados Unidos) confirman que la revisión habitual de RRSS en ellos está relacionada con cambios posteriores en la forma en que sus cerebros responden al mundo que los rodea. 

Por tres años, el equipo de investigadores estudió los cerebros de 169 jóvenes entre 12 y 15 años, un periodo en cual el desarrollo cerebral es especialmente rápido. El grupo fue clasificado en distintas categorías según la frecuencia diaria de uso (que oscilaron entre menos de una vez y más de 20) de Facebook, Instagram y Snapchat, plataformas que ofrecen un flujo constante e impredecible de interacciones en forma de me gusta, comentarios, notificaciones y mensajes.

Los participantes se sometieron a sesiones anuales de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) mientras completaban la tarea de retraso de incentivos sociales en forma de video juego para así medir la actividad cerebral.

Durante la intervención, los usuarios frecuentes mostraron una activación creciente de tres áreas del cerebro: circuitos de procesamiento de recompensas, los cuales también responden a experiencias como ganar dinero o asumir riesgos; las regiones cerebrales que determinan la relevancia, es decir, la selección de lo que destaca en el entorno; y la corteza prefrontal, la cual ayuda a la regulación y control.

"Los chicos que, de manera habitual chequean sus RRSS mostraban una trayectoria distinta, en la que la sensibilidad a las recompensas sociales de sus compañeros se incrementaba con el tiempo. Los con menos participación siguieron el camino opuesto", explica una de las autoras del estudio, Eva H. Telzer, profesora asociada de psicología y neurociencia en la Universidad de Carolina del Norte.

Si bien no se pueden realizar afirmaciones causales al respecto, "lo que hemos visto es que los adolescentes que suelen revisar sus RRSS muestran cambios bastante dramáticos en la forma en que sus cerebros responden, lo que podría tener consecuencias a largo plazo hasta bien entrada la edad adulta y, de cierta manera, sentar las bases para el desarrollo cerebral con el tiempo”.

Una influencia omnipresente

Las redes sociales están en todas partes: revistas, periódicos, programas de televisión, películas, conversaciones entre amigos e Internet. Y la inmediatez que ofrecen ha producido que los jóvenes, que tienen características propias y muy diferentes a las de un niño o a un adulto, presenten cambios propios de la edad y necesidades variadas, donde la exigencia de solución debe ser rápida y en un lenguaje particular, en ocasiones, difícil de entender.

Pero no todo es negativo. "Si bien esta mayor sensibilidad a la retroalimentación social puede promover el uso compulsivo en el futuro, también reflejaría un posible comportamiento adaptativo que les permita navegar mejor en un mundo cada vez más digital. Los padres no deben prohibir, sino más bien enseñar a sus hijos a juzgar, consultar, defenderse y estar alerta a lo que consumen en las redes y qué están sintiendo al respecto", puntualiza María Maza, otra de las autoras del estudio.

"Nuestra tarea, añade, es seguir analizando las implicaciones de un flujo constante de interacciones virtuales que comienzan en la infancia". Esta es la única forma de garantizar que la comunidad científica pueda seguir el ritmo de la rápida evolución de las tecnologías digitales y sus vínculos potenciales con el bienestar de los adolescentes.

Referencias
[1] Odgers CL, Jensen MR. Annual Research Review: Adolescent mental health in the digital age: facts, fears, and future directions. J Child Psychol Psychiatry. 2020;61(3):336-348.
[2] Twenge, J. M., Joiner, T. E., Rogers, M. L., & Martin, G. N. (2018). Increases in Depressive Symptoms, Suicide-Related Outcomes, and Suicide Rates Among U.S. Adolescents After 2010 and Links to Increased New Media Screen Time. Clinical Psychological Science, 6(1), 3–17.
[3] Wacks Y, Weinstein AM. Excessive Smartphone Use Is Associated With Health Problems in Adolescents and Young Adults. Front Psychiatry. 2021;12:669042.
[4] Maza MT, Fox KA, Kwon SJ, et al. Association of Habitual Checking Behaviors on Social Media With Longitudinal Functional Brain Development [published online ahead of print, 2023 Jan 3]. JAMA Pediatr. 2023;10.1001/jamapediatrics.2022.4924.

Por Carolina Faraldo Portus