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20 Abril 2015

El valor científico de la amistad

En diversas investigaciones se ha intentado demostrar que este vínculo no sólo está compuesto de afectos y lugares comunes, sino que también existe un fuerte componente orgánico.

Para el filósofo griego Aristóteles (384 a.C. - 322 a.C.) la amistad es “un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. A la luz de recientes descubrimientos de la ciencia, resulta ser una descripción visionaria. Y es que la amistad no sólo consistiría en un vínculo sentimental, sino también a nivel genético.

Así al menos se concluye en un estudio liderado por un equipo de investigadores de las universidades de California y Yale, el cual fue publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas).

El trabajo, que incorporó hace algunas semanas nuevos antecedentes, consistió en el análisis de todo el genoma de casi 1,5 millones de marcadores de variación genética y se basa en los datos del “Framingham Hears Study”, un proyecto del Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre de la Universidad de Boston. “Nos encontramos con que, en promedio, somos genéticamente similares a nuestros amigos. Tenemos más ADN en común con la gente que tomamos como amigos de lo que nos parecemos a extraños en la misma población”, explicó James Fowler, profesor de genética médica y ciencias políticas en la Universidad de California, en San Diego, y coautor del estudio.

Los científicos revisaron 1.932 sujetos y los compararon con amigos con los que no tenían ningún parentesco y con extraños. También controlaron la ascendencia de los participantes. Los resultados arrojaron que los amigos están ligados de manera genética como primos cuartos o personas que comparten tatarabuelos, coincidiendo en, aproximadamente, 1% de su información genética

“Este porcentaje puede no parecer gran cosa para un individuo común, pero para los genetistas es un número significativo. La mayoría de las personas ni siquiera saben que tienen primos en cuarto grado. Sin embargo, de alguna manera y entre un sinnúmero de posibilidades, seleccionamos a los amigos que se parecen a nuestros familiares”, sostuvo Nicholas Christakis, profesor de sociología, biología evolutiva y medicina en la Universidad de Yale y parte del equipo que realizó el estudio.

Además, se descubrió que los amigos son más similares en los genes que afectan al sentido del olfato, lo que tendría una explicación sencilla: “a quienes les gustan  los mismos olores tienden a ser atraídos por ambientes similares, donde se encuentran con otras personas con las mismas tendencias”.

Sin embargo, el punto más interesante del estudio es que los genes que mostraron mayor similitud entre amigos parecen estar evolucionando más rápidamente que otros. Y es que compartir atributos entre amigos o “parentesco funcional” puede conferir una variedad de ventajas en esta materia. Como un ejemplo simple, los investigadores señalan que si un amigo siente frío cuando las temperaturas son bajas y enciende fuego, ambas personas se benefician, o el caso de que algunos rasgos sólo funcionarán si nuestro amigo también los tiene. Esto puede ayudar a explicar por qué la evolución humana parece haberse acelerado en los últimos 30.000 años. Fowler y Christakis plantean que el propio entorno social es una fuerza evolutiva.

El documento también apoya la visión de los seres humanos como metagenómicos “no sólo con respecto a los microorganismos dentro de nosotros, sino también a las personas que nos rodean. Parece que nuestra salud no sólo depende de la constitución genética propia, sino también de las constituciones genéticas de nuestros amigos”, sostienen los académicos.

La población de estudio fue en gran medida homogénea, sobre todo los blancos de origen europeo, y se consideró la variable de lugar de origen. En el caso de los habitantes del Viejo Continente, los hallazgos “tienen menos probabilidades de ser impulsados por la simple razón de que las personas de ascendencia similares se hacen amigos entre ellos”, argumentaron. El trabajo incluyó la elaboración de un ranking o “puntuación de la amistad”, que se puede utilizar para aventurar quiénes serán amigos más o menos al mismo nivel de confianza con el que los científicos predicen en la actualidad, a partir de los genes, que una persona tiene posibilidades de desarrollar obesidad o esquizofrenia.

Miradas complementarias

Una investigación publicada en 2011 y realizada por la misma Universidad de California aborda la coincidencia a nivel genético en el terreno de la amistad. De acuerdo a los autores del trabajo este fenómeno ocurre debido al marcador DRD2. La atracción también se da cuando una persona carece de algunos genes que sí se expresan en la otra, formando así un complemento.

Otra investigación llevada a cabo por la Universidad de Duke, Estados Unidos, detalla los beneficios para la salud que conlleva entablar amistad con otra persona. Este vínculo, aseguran, ayudaría incluso a prevenir enfermedades cardíacas. Además, el lazo actuaría mejor que un analgésico en caso de dolores físicos, ya que está percepción se reduce cuando un amigo está físicamente cerca, por las sustancias que libera el cerebro como la oxitocina y dopamina, las cuales reducen los niveles de estrés. Es más, la relación se traduciría en una mejora del sistema inmunológico, ya que un individuo se podría recuperar más rápido de una patología, debido a la sensación de felicidad que experimenta al tener a sus amistades a su lado.