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14 Julio 2014

El posible final del baile de San Vito

Investigadores de la Universidad de Duke publicaron un estudio en el Journal of Neuroscience que entrega nuevas pistas para dar con la cura de la enfermedad de Huntington.

Hace exactamente 496 años, en julio de 1518, en la ciudad de Estrasburgo, ubicada en el noreste de Francia, una mujer llamada Frau Troffea, sin explicación razonable, comenzó a bailar fervientemente y al cabo de una semana, fuera de toda lógica, se le habían unido otras 34 personas. Aunque suene increíble, un mes después, 400 individuos danzaban sin control sin saber que la mayoría de ellos encontraría la muerte, producto del cansancio, infartos y hemorragias. Hubo ataques de epilepsia e invalidez. 

El extraño acontecimiento fue largamente estudiado por científicos que buscaban descifrar sus causas, mientras que el historiador John Waller escribió en 2008 el libro “Un tiempo para bailar, un tiempo para morir: la historia extraordinaria de la plaga del baile de 1518”, donde plantea que la explicación del enigmático episodio se debía a fuertes estados febriles gatillados por una época de extrema hambruna, lo que desembocó en un desenfreno colectivo. Otras teorías hablan de cultos heréticos o las consecuencias del cornezuelo, un hongo con efectos psicotrópicos que en ocasiones contaminaba el pan. De cualquier modo, no se trató de un hecho aislado, al contrario, sucedió varias veces entre los siglos XIV y XVI, claro que no tan masivos. 

Era la temida epidemia de baile, descrita como una alteración psicológica especialmente contagiosa en grandes concentraciones de personas y que desataba visiones y alucinaciones, provocando estados de locura entre los afectados, que se movían y retorcían de forma compulsiva. Cuando se manifestaba, los habitantes de ese entonces invocaban a Vito de Lucania, un mártir perteneciente al grupo de los santos auxiliadores, célebres por su eficacia para responder a las peticiones de ayuda proferidas por los fieles. Por este motivo, estos raros sucesos también se conocían como “El baile de San Vito”. Es una forma de identificar, lejos del estricto rigor científico, a la enfermedad de Huntington, patología neurológica, degenerativa y hereditaria causada por un defecto genético en el cromosoma N° 4 y que produce alteración cognoscitiva, psiquiátrica y motora, de progresión muy lenta, durante un período de 15 a 20 años. Su rasgo externo más asociado es el movimiento exagerado o coréico de las extremidades, junto con la aparición de muecas repentinas. En las etapas finales de la enfermedad, la duración de los movimientos se alarga, manteniendo los miembros en posiciones complicadas y dolorosas durante un tiempo que puede prolongarse por horas.

Descubierta en 1872 por el médico estadounidense George Huntington, la patología, que tiene la mayor prevalencia de todas las enfermedades neurodegenerativas autosómicas con repetición CAG, desencadena sus síntomas a mediados de la tercera y cuarta década de la vida de quienes la padecen. Como su herencia autosómica es dominante, cualquier niño en una familia en la cual uno de los progenitores esté afectado, tiene, al menos, un 50% de probabilidades de heredar la mutación que causa la enfermedad. Claro que ésta puede seguir caminos distintos, incluso entre hermanos y parientes próximos, ya que junto a la mutación específica del gen de la huntingtina (HTT), intervienen además otros factores hereditarios.

Junto a la atrofia neuronal, estriatal y cortical, es un sello particular la aparición de trastornos psiquiátricos graves, que pueden desencadenar depresión y suicidio. También falla la memoria, la capacidad de concentración, es causa de demencia y el entorno familiar es severamente afectado.

La falla en el cromosoma 4 hace que una parte del ADN, llamada repetición CAG, ocurra muchas más veces de lo normal. Esta sección del ADN se repite de 10 a 35 veces, pero en una persona con la enfermedad de Huntington, se repite de 36 a 120 oportunidades. A pesar de la identificación de la huntingtina mutante como la causa genética en 1993, actualmente no existe una terapia modificadora de la enfermedad.

“La posibilidad de contar con un tratamiento que controle los síntomas de la enfermedad y ofrezca un soporte a las familias, así como las proyecciones de la investigación, llena de esperanzas a los pacientes y sus familias”, comentó la doctora Beatriz Shand, co-directora del Simposio sobre enfermedad de Huntington, realizado en junio de 2010 en Chile, bajo la organización del Departamento de Neurología de la Universidad Católica.

Intervención temprana

Si hablamos de avances y perspectivas, un grupo de científicos acaba de dar un importante paso en este campo de la medicina. Según una investigación de la Universidad de Duke (Estados Unidos), publicada en el Journal of Neuroscience, la proteína que está mutada en la enfermedad de Huntington es fundamental para el “cableado” del cerebro durante los primeros años de vida. Este hallazgo se suma a la creciente evidencia de que esta patología y otros trastornos neurodegenerativos pueden “echar raíces durante el desarrollo”, explicó Cagla Eroglu, profesora asistente de biología celular de la Escuela de Medicina y miembro del Instituto de Ciencias del Cerebro de la casa de estudios superiores norteamericana. 

“El estudio es emocionante porque significa que, si se entiende lo que son estos errores de desarrollo, podemos ser capaces de interferir en la primera etapa de la enfermedad, antes de que aparezca”, agregó la autora principal del trabajo, quien, hace algunos años y junto a su equipo, buscaba jugadores moleculares implicados en la formación de nuevas conexiones o sinapsis en el desarrollo temprano del cerebro en ratones, cuando dio con la huntingtina. “Esta proteína había sido implicada en ciertas funciones celulares y la disfunción sináptica en la enfermedad de Huntington, pero no se había explorado la posibilidad de que jugara un papel directo en la formación de sinapsis”.

Para entender el rol de la proteína en la formación de las sinapsis, los científicos crearon ratones sin la HTT en la corteza, una parte del cerebro implicada en la enfermedad y que controla la percepción, memoria y pensamiento. A la edad de tres semanas, las sinapsis de los roedores se formaron más rápido en comparación con sus pares sanos, mientras que al cabo de cinco semanas, las sinapsis se habían deteriorado por completo en los ratones mutantes. No sólo se detectaron circuitos defectuosos en los ratones sin HTT cortical, sino que también señales de estrés celular en el cerebro. Otro dato relevante es la conclusión tras examinar lo que sucede en el desarrollo temprano del cerebro. Tal como las personas que padecen la enfermedad, los ratones intervenidos tienen una copia normal del gen HTT y una copia mutada, que produce una proteína que está presente en las células pero en forma expandida. Aquí se advirtió el mismo patrón: los animales modelo de la enfermedad de Huntington tienen sinapsis que inicialmente maduran mucho más rápido de lo normal en la corteza y luego mueren, lo que sugiere que la falta de HTT durante un período prolongado no sólo puede afectar el desarrollo, sino que también el mantenimiento de las sinapsis sanas.

Con estas conclusiones se pretende modificar la estrategia de tratamiento, reduciendo los niveles de HTT en el cerebro mediante la terapia génica o inhibidores de moléculas pequeños, pero ha sido un reto apuntar a la copia mutada del gen y no a la copia normal. Del mismo modo, detectar los primeros signos de conexiones defectuosas es clave para frenar el avance de la enfermedad.