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28 Junio 2021

Deuda latinoamericana en investigación científica

Aumentar la inversión pública y privada es clave para generar conocimiento específico que impulse el desarrollo regional. A la falta de recursos se suma la escasa preparación en procedimientos metodológicos.

De acuerdo con el último informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre ciencia, innovación y crecimiento productivo, la investigación en Latinoamérica y El Caribe cumple un rol marginal en la generación de conocimiento, principalmente por las dificultades para acceder a fondos públicos y privados.

Durante los últimos años se han realizado esfuerzos por revertir esta realidad, potenciando el trabajo en universidades y centros especializados, sin embargo, la pandemia por SARS-CoV-2 evidencia que aún resta mucho para acercarse a los países que lideran este campo. Desde el inicio de la crisis hasta octubre de 2020 se publicaron más de 87 mil artículos relacionados con el virus, la gran mayoría de ellos de equipos radicados en China, Estados Unidos y diferentes puntos de Europa [1]. 

Entre enero y abril de 2020, la nación asiática concentró 47% de todas las publicaciones. En la lista figuran países en donde los brotes fueron más severos, como Italia (10,7%) y Reino Unido (6,6%), mientras que a nivel latinoamericano solo aparece Brasil (2,6%).

“Los gobiernos de la región han considerado poco prioritario financiar un sector cuya contribución de corto plazo al desarrollo es claramente menos visible, en contraste con otras prioridades como infraestructura o servicios sociales”, concluye el documento del BID.

En 2008, según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), en América Latina solo Brasil destinaba más de 1% de su producto interno bruto (PIB) a investigación y desarrollo (I+D), seguido por México y Argentina, contrastando con otras regiones donde se superaba el 2%. 

“La carencia de estrategias para promover el sector científico tiene un impacto negativo y provoca una fuga de ‘cerebros’. Muchos investigadores han emigrado para estar en contacto con los últimos avances y acceder a tecnología de punta”, sostiene Mario Albornoz, experto en política científica y coordinador del RICYT.

Para René Drucker Colín (1937-2017), ex director general de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, las políticas tampoco estaban pensadas para favorecer la reinserción de aquellos que partieron en busca de mejores oportunidades, mientras que en instituciones europeas y estadounidenses se reclutaba a los investigadores mejor formados de países en desarrollo, a quienes se les ayudaba a financiar sus propios laboratorios.

Otro elemento importante es el impacto del trabajo en el contexto mundial. “Cuando nos proponemos resolver exclusivamente problemas locales y concretos, la comunidad científica internacional pierde interés”, explica Pablo Kreimer, ex director del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología y profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes, en Argentina.

Pese a este panorama, hubo avances importantes durante la última década. No solo la calidad de la ciencia desarrollada mejoró, sino que también el número de publicaciones creció más que en otras regiones, aspecto con especial relevancia, ya que detrás de un artículo existen grupos humanos que estudian, consiguen recursos, forman investigadores y tienen presencia en congresos y conferencias internacionales. La publicación en revistas arbitradas es también un recurso estratégico, ya que al ser citados, se generan nuevos trabajos, existe mayor respaldo para postular a proyectos de inversión y se prestigia a la institución de pertenencia [2].

En algunas naciones se crearon fondos para estimular la competitividad, logrando triplicar el presupuesto entre 2006 y 2010, sin embargo, la inversión privada continuaba siendo baja. Se proyectaron metas para 2020, pero la pandemia cambió las prioridades y la región se encuentra lejos del 2,6% del PIB que los países de la OCDE destinan a ciencia e innovación.

Una encuesta electrónica elaborada en 2016 [3] se propuso determinar la frecuencia con la que los médicos latinoamericanos realizan investigación básica o clínica, junto con caracterizar sus perfiles, modalidades de presentación y las barreras que debieron sortear para llevar adelante su tarea.

“La cantidad de publicaciones en el mundo es enorme y abrumadora, pero no es menos cierto que la procedencia de sus contenidos es mayoritariamente ajena a nuestra región y en idiomas distintos del español. La democratización del conocimiento no solo requiere libre acceso, sin costo para quien lee ni publica, sino que necesita que los temas abordados reflejen la realidad sanitaria específica de cada zona”, comenta el doctor Ricardo Mastandueno, autor principal.

La mayoría de la bibliografía disponible adopta como metodología la búsqueda de trabajos regionales en las bases de datos de información biomédica [4]. También es frecuente indagar sobre la producción científica en temas específicos o por parte de grupos particulares como médicos especialistas [5].

“En todos los casos se trata de estudios bibliométricos que se centran en el origen de las publicaciones. Nuestro enfoque emplea un procedimiento diferente, consistente en preguntar a los profesionales sobre la investigación como práctica incorporada a sus rutinas de trabajo”, agrega.

El equipo hizo un análisis prospectivo, de corte transversal, mediante la administración de una encuesta optativa a los usuarios registrados en un sitio web del área, entre enero de 2014 y marzo de 2015. De acuerdo con los resultados, la investigación básica o aplicada es una actividad ejercida por aproximadamente un tercio de los participantes. Esta proporción se mantiene en valores semejantes en todos los países analizados, con excepción de Cuba, donde fue mayor.

Entre los inconvenientes reportados por los profesionales, destaca la falta de tiempo, el que se repitió al momento de explicar por qué la mayoría de las investigaciones fueron presentadas en formato de resumen y solo una minoría como trabajo completo remitido a una publicación con revisión por pares. En tanto, 26,03% respondió que no recibió entrenamiento en metodología de la investigación. 

“Esta práctica demanda vocación y una formación específica en aspectos metodológicos y éticos que no siempre la educación médica, de pre y postgrado, incluye en sus programas”, plantea el doctor Mastandueno. Finalmente, 91,21% de los investigadores no recibió recursos para financiar su labor.

Aceptar como un hecho inevitable que la agenda de la ciencia internacional se escriba en el primer mundo ha sido durante mucho tiempo la actitud predominante, sin embargo, la pandemia lleva a reflexionar sobre la necesidad de generar mayor inversión en conocimiento. Tarea urgente que Latinoamérica debe abordar para asumir un rol más protagónico en el siglo XXI.

Referencias
[1] Fry CV, Cai X, Zhang Y, Wagner CS (2020) Consolidación en una crisis: Patrones de colaboración internacional en las primeras investigaciones de COVID-19. PLoS One 15 (7): e0236307.
[2] INFORMACION TECNOLOGICA. Investigación en América Latina. Inf. tecnol. [online]. 2011, vol.22, n.3 [citado 2021-06-24], pp.1-1.
[3] www.intramed.net
[4] Reveiz L, Sangalang S, Glujovsky D, et al. Characteristics of randomized trials published in Latin America and the Caribbean according to funding source. PLoS One. 2013;8(2):e56410.
[5] Falavigna A, Botelho RV, Teles AR, et al. Twelve years of scientific production on Medline by Latin American spine surgeons. PLoS One. 2014 Feb 5;9(2):e87945.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez