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07 Febrero 2022

Demencia e infecciones: una relación compleja

Para 2050 se esperan 153 millones de casos. Cifra que podía cambiar según investigaciones que la relacionan a SARS-CoV-2.

Alertada por el explosivo aumento de casos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó directrices para intentar disminuir el impacto de la demencia en la población. Adoptar estilos de vida saludables, que incluyan la práctica regular de ejercicio, fumar y beber alcohol con moderación son parte de las recomendaciones, además de destinar mayores recursos a tres áreas sensibles: investigación, prevención y tratamiento. El documento fue dado a conocer en 2020 [1], cuando la enfermedad neurodegenerativa ya afectó a 50 millones de personas y otros 10 millones son diagnosticados cada año. Las proyecciones son preocupantes: en 2050 la incidencia se triplicará.

La patología afecta la memoria, pensamiento, orientación, comprensión, cálculo, capacidad de aprendizaje, lenguaje y juicio. Sus consecuencias en la función cognitiva suelen ir acompañadas -y en ocasiones precedidas- por el deterioro del control emocional, comportamiento social y motivación. Sus formas más comunes son la enfermedad de Alzheimer, que representa aproximadamente el 65% de los casos, demencia vascular, de cuerpos de Lewy y frontotemporal.

De acuerdo con la OMS, “puede resultar abrumadora no solo para los pacientes, sino también para sus cuidadores y familiares en lo psicológico, físico, social y económico. A menudo son estigmatizados, lo que supone un obstáculo para que acudan a los servicios de diagnóstico y atención”.

El compromiso por la prevención

Las proyecciones de la OMS son confirmadas por un artículo que advierte que los 153 millones de casos en 2050 solo podrán evitarse si existe un compromiso real para combatir sus causas. El trabajo titulado Global Burden of Disease [2] profundizó en la influencia de cuatro factores de riesgo: tabaquismo, obesidad, alto nivel de glucosa en sangre y escasa educación.

“Nuestro estudio ofrece previsiones mejoradas sobre la demencia a escala mundial y nacional. Las estimaciones pueden ser utilizadas por los gobiernos para asegurar la disponibilidad de recursos y apoyo para las personas, cuidadores y sistemas de salud”, comenta Emma Nichols, autora principal e investigadora del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria de Estados Unidos.

La científica prevé que las mejoras en el acceso a la educación reduzcan la prevalencia en 6,2 millones de casos para 2050, pero esto se verá contrarrestado por las tendencias en obesidad, hiperglucemia y tabaquismo, que darían lugar a otros 6,8 millones.

“Tenemos que centrarnos en la prevención y el control de los factores de riesgo. Es prioritario ampliar los programas locales de bajo costo que apoyan dietas saludables, la práctica de ejercicio, campañas antitabaco y mayor acceso a educación. En paralelo debemos seguir invirtiendo en investigación para identificar tratamientos eficaces que detengan o ralenticen su aparición”.

“Los países de ingresos bajos y medios podrían implementar políticas que consideren estos factores como pilares de sus estrategias sanitarias. Una planificación adecuada garantizará que las necesidades sean cubiertas”, agrega Theo Vos, coautor, epidemiólogo y académico de la Universidad de Washington.

COVID-19 y demencia

Un estudio que relaciona COVID-19 con trastornos neurológicos [3] sugiere que hasta 40% de estos últimos se pueden prevenir o retrasar evitando 12 factores: falta de educación, discapacidad auditiva, traumatismos craneales, contaminación atmosférica, presión arterial alta, tabaquismo, obesidad, depresión, falta de física, diabetes, aislamiento social y consumo excesivo de alcohol y otras drogas. De acuerdo con el trabajo, más del 80% de los pacientes hospitalizados presenta síntomas. Incluso los casos leves han reportado pérdida de memoria, dificultad para concentrarse y otros que pueden durar meses.

Con financiación de la Alzheimer's Association y orientación técnica de la OMS se puso en marcha un ensayo que considera 40 mil pacientes sobre 50 años con la finalidad de esclarecer el impacto de la COVID-19 en el cerebro a corto y largo plazo, incluidas las formas en que puede influye sobre esta y otras demencias [4]. “Sabemos que a medida que envejecemos y contraemos cualquier tipo de enfermedad, incluso una infección de las vías urinarias, se puede desencadenar una demencia subyacente. Los virus respiratorios parecen tener un poderoso impacto neurológico”. Los resultados se publicarán durante 2022.

Debemos aprender a evitar los riesgos y reducir los daños del virus para disminuir el deterioro cognitivo y la demencia en el futuro”, comenta el doctor Gabriel de Erausquin, profesor de neurología en el Health Science Center de la Universidad de Texas en Estados Unidos.

Como objetivo final el estudio tiene la misión de deteterminar si el virus desencadena nuevas enfermedades o solo acelera su aparición en personas susceptibles biológica o genéticamente.

Referencias
[1] Directrices de la OMS para la reducción de los riesgos de deterioro cognitivo y demencia. Washington, DC: Organización Panamericana de la Salud; 2020. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. https://doi.org/10.37774/9789275322567.
[2] GBD 2019 Dementia Forecasting Collaborators. Estimación de la prevalencia mundial de la demencia en 2019 y prevalencia prevista en 2050: un análisis para el Estudio de carga global de enfermedad 2019. Lancet Public Health . 6 de enero de 2022: S2468-2667(21)00249-8.
[3] Liotta EM, Batra A, Clark JR, Shlobin NA, Hoffman SC, Orban ZS, Koralnik IJ. Manifestaciones neurológicas frecuentes y morbilidad asociada a encefalopatía en pacientes con Covid-19. Ann Clin Transl Neurol. 2020 noviembre; 7 (11): 2221-2230. 
[4] Could COVID-19 Increase Your Risk of Dementia? https://www.aarp.org/health/conditions-treatments/info-2021/covid-19-dementia-link.html

Por Óscar Ferrari Gutiérrez