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16 Diciembre 2013

De la desconexión cerebral a la dislexia

Una reciente investigación demostró que los pacientes diagnosticados tienen menos conectados los módulos lingüísticos de la mente, lo que cambiaría la forma de entender y abordar la patología.

La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje, por lo que los síntomas cambian a medida que la persona crece y evoluciona. Afecta a un cinco por ciento de los pequeños entre siete y nueve años, sobre todo varones. Desde la etapa preescolar es posible apreciar detalles que pueden hacer sospechar una potencial dislexia. Entre los seis y los 11 años los síntomas son más evidentes o, al menos, más conocidos y a partir de los 12 se hacen muy claras las alteraciones del aprendizaje. 

Las personas disléxicas frecuentemente intercambian letras y palabras, no pueden diferenciar adecuadamente secuencias de letras en las palabras escritas y tienen dificultades para determinar lo derecho de lo izquierdo. 

Durante varias décadas, neurólogos y psicólogos atribuyeron este problema del aprendizaje a una representación mental defectuosa de las palabras, incluyendo fonemas, elementos sonoros característicos de la lengua y a una base genética que no afectaba la inteligencia. Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Science (Science, December 2013: 1251-1254) destaca que una alteración de las zonas cerebrales que controlan el lenguaje sería la causa del problema.

El cerebro humano está formado por dos hemisferios, derecho e izquierdo, que se comunican entre sí. Cada hemisferio está especializado en ciertas funciones. El izquierdo se ocupa de los procesos del lenguaje, mientras que el derecho se especializa en la información visual y espacial. No trabajan exactamente del mismo modo, sino que el hemisferio izquierdo procesa la información secuencialmente, mientras que el derecho lo hace simultáneamente. Al leer, se combinan las dos tipos de estrategias en el manejo de la información por ambos hemisferios. Pero en los niños disléxicos, se produce una disfunción -un fallo- en el hemisferio izquierdo lo que afecta la velocidad de procesamiento de la información, incapacitando así al niño para procesar cambios rápidos de estímulos o sucesiones, tanto en el área visual como auditiva.

 “Como a los disléxicos les cuesta especialmente procesar los informes auditivos, deben entender que hay diferentes tipos de sonidos que tienen que ver con distintos tipos de letras y eso les cuesta bastante a estos niños. Muchos mejoran, porque hay programas de aprendizaje especializados y también porque en la medida que uno crece depende menos de los procesos de relacionar una letra con un sonido, porque uno empieza a leer más generalizado. Uno adivina mejor las palabras sin leerlas, porque sabe más del mundo. Por ejemplo, la palabra sinfonía y simpatía se ven muy similares para un disléxico, pero ocurren en diferentes lugares, entonces aunque no las sepan leer saben que estamos hablando de simpatía y no de sinfonía según el contexto. Pero cuando uno es muy chico no sabe eso, por lo que tiene que leer la palabra exacta y eso les cuesta”, explicó el doctor Albert M. Galaburda, director de la División de Neurología Cognitiva de Harvard Medical School en una visita a nuestro país.

Para la ciencia, la dificultad para leer y entender el idioma, principal responsable de los problemas en el aprendizaje de la lectoescritura, sería resultado de la mala conectividad entre las dos regiones del cerebro, descubrimiento que arroja nuevas luces sobre el origen de este trastorno neurológico, que afecta al 10 por ciento de la población mundial.

“Hasta ahora, se pensaba que los disléxicos no hacían una correcta representación mental de los sonidos que escuchaban. Sin embargo, esta nueva investigación apunta a que, en realidad, el problema podría estar en el acceso a estas representaciones que es clave, por ejemplo, a la hora de leer y escribir”, destacó Bart Boets, especialista en Psicología del Desarrollo de la Universidad de Lovaina.

Para confirmar esta hipótesis, los investigadores observaron con una resonancia magnética (RM) a 45 estudiantes de 19 a 32 años, 23 de los cuales eran severamente disléxicos, para obtener imágenes en 3D de su cerebro cuando escuchaban diferentes series de sonidos. “Así se pudo obtener un buen registro neuronal de representaciones fonéticas” de los sonidos escuchados, explicó la investigadora Boets.

Los participantes, de lengua flamenca y todos diestros, escucharon una serie de sonidos diferentes como “ba-ba-ba-ba” y “da-da-da-da”, y debían identificar el que era diferente, un ejercicio que –según los científicos- requiere una buena representación mental de los diferentes fonemas. Allí encontraron que las respuestas del grupo de disléxicos y la intensidad de sus reacciones neuronales fueron similares a las del grupo de control.

El problema se encontraba en que los participantes disléxicos eran, aproximadamente, un 50 por ciento más lentos para responder, según los investigadores, porque tenían una menor coordinación entre 13 regiones del cerebro que tienen que ver con los sonidos básicos y el área de Broca, una de las principales responsables del procesamiento del lenguaje.

Además, cuanto más débil era la coordinación entre las dos regiones cerebrales, más lenta era la respuesta de los participantes, lo que demostraría que la causa de la dislexia no es una mala representación mental de los fonemas, sino un acceso defectuoso de estos sonidos a la zona del cerebro que procesa el sonido, concluyeron los autores.

La dislexia en la niñez es la causa más común de pérdida de la confianza, que a veces lleva a la frustración, la depresión e incluso suicidio de jóvenes. Por lo que si estos resultados se confirman, de seguro van a cambiar profundamente la comprensión de la dislexia y, de paso, el potencial tratamiento con algún tipo de estimulación eléctrica no invasiva del cerebro para restaurar la comunicación entre estas dos regiones del cerebro.

Mientras eso ocurre, actualmente existen varios modelos de intervención, desde el evolutivo, cognitivo, desarrollo del conocimiento fono y metafonológico. Pero lo más importante es crear destrezas que permitan al niño ejecutar las asociaciones sonido-palabra de forma automática y desarrollar las dos rutas que intervienen en la lectura: la fonológica y la léxica.