Cuando tiempo es sinónimo de cerebro
El próximo 29 de octubre se celebra el Día mundial del ataque cerebrovascular (ACV) que se ha transformado en la segunda causa de muerte en el mundo, después de la enfermedad coronaria.
Cada 45 segundos, alguien en el mundo sufre un ataque cerebrovascular (ACV); cada 3,1 minutos, alguna persona muere a causa de uno. Es una enfermedad que afecta a los vasos sanguíneos que riegan el cerebro. Hace un par de décadas, se conocía como apoplejía, un término que deriva del griego plesso y que significa golpear. Los síntomas pueden aparecer de forma gradual o repentina, pero sus causas subyacentes –generalmente- están presentes muchos años antes.
“Palabras se han usado varias. Durante algún tiempo, se usó el concepto de accidente cerebrovascular y la verdad es que ha habido, últimamente, un enorme esfuerzo por cambiar ese criterio, porque esto se trata de cualquier cosa, menos de un accidente. Es un proceso que se va gestando durante toda la vida y lo que ocurre es una consecuencia lógica. Un accidente es, por ejemplo, que se te caiga un piano mientras vas caminando por la calle, pero un ataque cerebrovascular se trata de una afección buscada y cultivada. Los españoles hablan de ictus para referirse a un fenómeno más bien agudo y nosotros en Chile tratamos de darle el término de ataque cerebrovascular, aprovechándonos del concepto de ataque cardíaco, que ya está incorporado en la ciudadanía como una condición de riesgo. Lo que queremos, es que la gente se sensibilice respecto de que estas son enfermedades que ameritan intervenciones en urgencia. Ya está anexado en el conocimiento colectivo que un dolor en el pecho más un dolor en el brazo es un infarto, mientras no se pruebe lo contrario. En cambio, en el caso de una hemiplejia, la gente tiene menos consciencia de enfermedad. Lo que es más dramático es que no sólo pasa en la población, a veces también pasa en la comunidad médica”, destaca el neurólogo Claudio Sacks Pinchevsky, quien estudió a fondo el tema mientras cursaba un fellowship de enfermedad cerebrovascular en el Western General Hospital de la Universidad de Edimburgo.
Esta patología puede producirse por la pérdida repentina de flujo sanguíneo cerebral (ACV isquémico) o por derrame cerebral (ACV hemorrágico), lo que hace que las neuronas se debiliten o mueran por falta de oxígeno. Como consecuencia, las partes del cuerpo controladas por la zona cerebral afectada dejan de funcionar, a veces, en forma permanente.
“El ataque cerebrovascular es el efecto provocado sobre el sistema nervioso central por una alteración del flujo sanguíneo, ya sea por oclusión o por ruptura de un vaso sanguíneo y cuyos síntomas duran más de 24 horas, lo que nos permite diferenciarlo de las crisis isquémicas transitorias que, por definición, duran menos. Es una enfermedad bastante frecuente, cuya tasa –afortunadamente- ha ido disminuyendo en el mundo y eso se ha dado porque la población ha ido adquiriendo mayor consciencia de los cuidados cardiovasculares y porque tenemos un conjunto de medicamentos que son capaces de ayudar a la prevención secundaria”, comenta el doctor Sacks.
Hay dos grandes grupos de ataques cerebrovasculares: los isquémicos, que son los producidos por la oclusión de un vaso y que son, aproximadamente, el 85 por ciento del total; y los hemorrágicos, que son aquellos que se originan por ruptura de un vaso sanguíneo, entre los cuales hay dos subgrupos las hemorragias intraparenquimatosas, causadas cuando un vaso se rompe y el flujo sanguíneo irrumpe en el parénquima cerebral; y las hemorragias subaracnoideas, que son ocasionadas –mayoritariamente- por aneurisma.
El rápido reconocimiento de los síntomas es un factor que influye en forma determinante sobre las posibilidades de tratamiento, tanto para el isquémico como para el hemorrágico. El primero puede ser tratado, en algunos casos, con drogas trombolíticas que diluyen el coágulo que ha tapado la arteria, siempre y cuando sean administradas en las primeras horas. Mientras que el segundo, puede ser tratado con diversas medidas cuyos resultados serán mejores cuanto antes se inicie el tratamiento.
Si bien la tasa ha ido disminuyendo, “el estudio de incidencia que se hizo en Chile (Neuroepidemiology. 2010; 34(4):214-21) mostró una tasa ajustada de 140/100 mil por año, lo que es una cifra bastante razonable de acuerdo a las estadísticas mundiales y nos pone como en el escalafón intermedio. Las tasas más altas están los países de Europa oriental y las más bajas en los países más desarrollados, lo que demuestra que –en el fondo- si uno hace un buen esfuerzo en términos de educación y sensibilización de la población este tema es totalmente manejable”, agrega el especialista.
Según estudios internacionales, sólo un uno de cada cuatro pacientes llega a tiempo a un centro asistencial y eso se debe a que existen varios factores que determinan esta baja proporción de consultas a tiempo. Uno de los más importantes es el no reconocimiento de los síntomas.
El especialista detalla que lo más importante es que las personas sepan que los síntomas de un ataque cerebrovascular producen déficit o pérdida de funciones. Y este déficit es de inicio agudo. Los pacientes pueden decir el día y hasta la hora en que el ataque se sufrió.
“Hay síntomas deficitarios motores; alteraciones del lenguaje, no se trata de la disartria, sino de la construcción semántica, de la capacidad de poder escoger las palabras para formular una oración, es decir, una afasia; la alteración del campo visual, se pierde la visión de aquello que está a la izquierda o a la derecha del campo visual y este síntoma que, a veces, puede resultar espectacular pasa inadvertido, porque las personas aprenden a mover los ojos o a girar la cabeza y se adaptan; alteraciones de la función cerebelosa, que son los grandes sub-diagnosticados de la enfermedad cerebrovascular, porque pasan por vértigo y se confunden con síndromes vertiginosos y eso es porque no se ha hecho un examen neurológico completo; y el quinto síntoma, en términos de frecuencia, es la pérdida de consciencia, que no es la forma más habitual, pero las lesiones grandes pueden producirla”.
Si no se pone atención a estos síntomas la enfermedad va a evolucionar. Las estimaciones hablan de que un tercio de los ataques cerebrovasculares son letales, los otros dos tercios no.
Esta enfermedad, desconocida para la mayor parte de la población, tanto en países desarrollados como en economías emergentes, constituye la segunda causa de muerte en el mundo y la primera de discapacidad en adultos. Uno de los datos más preocupantes es que las personas con mayor desconocimiento son aquellas con más riesgo de sufrirlo: los ancianos.
Su prevención implica la difusión de información sobre sus causas y programas de control de los factores de riesgo: hipertensión arterial, diabetes, alcoholismo, tabaquismo y colesterol alto. Al mismo tiempo, los especialistas han querido crear conciencia sobre los signos del ataque cerebral ya que, en caso de ocurrir, es fundamental actuar de forma inmediata para reducir las posibles secuelas de discapacidad o evitar la muerte, porque durante un ACV, el tiempo perdido es cerebro perdido.
“La lección más importante de la década del cerebro fue la frase Time is Brain, es decir, el no se demore, porque mientras más tiempo pase, más daño se produce. Hay que entender que los ataques cerebrovasculares más que una enfermedad, son un síndrome que tiene causas distintas, por eso uno tiene que sentarse a estudiar por qué se produjo ese infarto o esa hemorragia, porque el tratamientos es distinto y el riesgo de recurrencia también lo es”, explica el neurólogo.
Entre los pacientes con lesiones isquémicas, las causas más frecuentes en Sudamérica –o por lo menos en Chile- son las lesiones lacunares, producidas por un mal manejo de la hipertensión arterial. “Hay un estudio que demostró que el 43 por ciento de los eventos se producían por esta causa. Es la proporción más alta del mundo. En los pacientes que tienen estenosis critica de las carótidas, que es una cosa muy frecuente en el mundo anglosajón y bastante infrecuente en nuestra población chilena, el tratamiento pasa por una opción quirúrgica si la estrechez supera el 70 por ciento, por ejemplo; un 25 por ciento de los ataques cerebrovasculares se producen, porque hay un émbolo que se forma en el corazón, habitualmente asociado a una fibrilación auricular y esos pacientes tienen indicación de anticoagulación. Si uno no identifica eso no va a escoger el tratamiento adecuado. En el lado de las hemorragias están las hemorragias hipertensivas como grupo mayoritario, pero hay hemorragias secundarias a malformaciones. La base del tratamiento está en el estudio. Esta es una patología que se puede manejar”.
Esto ha motivado que en países desarrollados y en Latinoamérica se hayan implementado grandes campañas de información a la comunidad que han logrado resultados alentadores. “Porque para un tratamiento agudo tenemos una ventana terapéutica de cuatro horas y media, por lo tanto el tiempo es tremendamente importante y eso obliga a una campaña de sensibilización de las personas y de los sistemas de urgencia”.
El ataque cerebral se puede prevenir y tratar. Saber identificar sus síntomas y actuar con rapidez es la mejor forma de protegerse de los daños que esta afección puede provocar si se consulta a tiempo.
Y es precisamente eso lo que se quiere concientizar en el marco del Día mundial del ataque cerebrovascular, donde a nivel global el día 29 de octubre médicos, autoridades de la salud, organizaciones de la sociedad civil, enfermos y sus familiares se unen para comunicar los riesgos de este mal y difundir las prácticas para su prevención.
