Impulsividad y arte a propósito de Warhol
El pasado jueves 22 de febrero se conmemoró el vigésimo aniversario de la muerte de Andy Warhol, uno de los creadores más importantes e icono de la cultura popular del siglo XX.
El Pop art, expresión inglesa de "popular art" que fue propuesta en 1955 por Leslie Fieldler y Reyner Banham, se caracterizó por representar un amplio repertorio de imágenes de la cultura urbana de masas, integrado por la publicidad, la televisión, el cine, la fotonovela y los cómics, entre otros aspectos
Este estilo, que nació dentro del movimiento underground de la década de los 60’ resaltaba el carácter del consumo, donde los diferentes exponentes se fueron desplazando hacia la objetividad creativa, por lo que la inspiración se desvió hacia los distintos medios de masas desde un punto de vista temático, formal y creativo.
Warhol tuvo la audacia de convertir imágenes comunes y corrientes en arte, las que en cantidades industriales tuvieron un gran impacto y resistieron el paso del tiempo. Camisetas, bolsas de mujer, álbumes de música, calendarios y otras obras de arte se venden en todo el mundo, confirmando la vigencia que el autor posee todavía.
Pero el fiel representante del Pop-art, no sólo fue un artista de vanguardia, sino que también un observador irónico de la sociedad norteamericana. Subrayó en su trabajo artístico la violencia, popularizada a todo nivel en la mentalidad norteamericana. Accidentes de tránsito, asesinos en serie o delincuentes buscados fueron los modelos ideales para su trabajo, ya que ninguna imagen urbana y marginal escapó al lente de su polaroid.
De sus últimos años son sus serigrafías de gran formato llenas de armas y revólveres que apuntan amenazantes al espectador, en donde enormes cuchillos parecen reclamar la garganta del público, es decir, exaltó los impulsos y hechos violentos de la prensa sensacionalista, el cine y la sociedad de su tiempo.
El arte se ha considerado como un escenario en el cual la conducta y el pensamiento del hombre quedan representados de manera tangible a lo largo del tiempo y donde la impulsividad, conducta que existe antes de que los científicos la estudiaran, ha quedado plasmada.
Actualmente la impulsividad puede considerarse como un buen ejemplo de aquello que todo el mundo sabe lo que es, pero nadie es capaz de explicar o definir, porque es un concepto que ha servido para significar múltiples aspectos psicopatológicos.
El análisis científico de la impulsividad es relativamente reciente, lo que no quiere decir que este rasgo no quedara reflejado en el quehacer cotidiano de los seres humanos. Se la trató como una perturbación de la voluntad, que sirvió de base a los psiquiatras clásicos para considerarla como trastorno.
José Ferrater Mora, reconocido filósofo español, postulaba que la voluntad se entendía a partir de tres aspectos: psicológico, metafísico y ético. En el sentido psicológico, la voluntad es un conjunto de fenómenos psíquicos o una facultad cuyo carácter principal radica en la tendencia, donde la voluntad debe predominar frente al conjunto de fenómenos psíquicos relacionados con el intelecto.
A fines del siglo XVIII y, sobre todo, durante el XIX se empezaron a describir las primeras patologías relacionadas con la voluntad. Si bien la impulsividad no es una enfermedad, es un síntoma integrante de gran parte de la patología psiquiátrica que está asociada a trastornos que se pueden convertir en enfermedades.
La impulsividad representada desde hace siglos en el arte es, como término psiquiátrico, el resultado de la evolución filosófica-psicológica de la voluntad. Es un concepto muy complejo que está presente en muchos trastornos mentales de las clasificaciones actuales y en varios de ellos es el síntoma o rasgo principal.
Los actos impulsivos y su tendencia a la repetición han sido reconocidos desde siempre. La violencia y dificultad o imposibilidad de controlar la manifestación de las tendencias agresivas en el comportamiento llenan la historia de la humanidad.
Este genio creativo muchas veces fue ligado a la locura, excentricidad y comportamiento antisocial. De hecho, a Warhol se le diagnosticó el síndrome de Asperger que afecta normalmente a los varones, donde la persona que lo presenta tiene un aspecto normal, pero presenta problemas para relacionarse con los demás y en ocasiones presentan comportamientos inadecuados.
La persona Asperger presenta un pensar distinto; es lógico, concreto e hiperrealista. Para el psiquiatra Michael Fitzgerald, profesor del Trinity College de Dublín, existe un vínculo importante entre el autismo y la genialidad. Él postula que la “creatividad y la genialidad masculina dependen más de una malformación genética en el cerebro que de los factores culturales y medioambientales”.
Realizó una importante investigación retrospectiva a través de la revisión bibliográfica de diferentes figuras históricas, donde comparó esas pautas de comportamiento con la de sus pacientes.
Descubrió que Andy Warhol era un caso representativo de este síndrome, porque a su juicio “era extremadamente raro y sus relaciones con el arte eran también muy inusuales”, pero sus problemas dentro de la esfera social estaban compensados por su habilidad analítica excepcional.
Es por ello que el psiquiatra recomienda la necesidad de aceptar a la “gente excéntrica y ser tolerantes con ellos”, porque grandes personajes –calificados varias veces de autistas- han dejado su huella en la historia.
