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01 Mayo 2006

Consecuencias del desastre nuclear de Chernobyl en la salud

La explosión radioactiva y la nube de contaminación emanada de ésta se extendió por gran parte de Europa, ocasionando miles de muertes y generando inciertas secuelas para la salud de las futuras generaciones.

El 26 de abril se conmemoró un aniversario más de la peor tragedia nuclear civil de toda la historia. Dos décadas después de la explosión del reactor número IV de la central nuclear de Chernobyl, los efectos devastadores de la radiación todavía continúan en los sobrevivientes.

El desastre, ocurrido en 1986, se produjo como consecuencia de una falla durante un experimento que, supuestamente, simulaba una situación de emergencia. Sin embargo, este simulacro en fracción de minutos se transformó en una real urgencia, cuya noticia sólo se conoció tres días después de ocurrida, cuando ya la liberación de radiaciones a la atmósfera había recorrido un largo trayecto en el territorio nacional e internacional.

La liberación de gran cantidad de material radioactivo causó una enorme contaminación que con la ayuda de los vientos, que hasta fines de abril cambiaron bruscamente su dirección, se dispersó a miles de kilómetros a la redonda de las amplias zonas de la antigua Unión Soviética. Pocas horas después del accidente, se registraron altos niveles de radiación en Polonia, Alemania y Austria. Días después en Suiza, Italia, Francia, Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos.

La nube radioactiva contaminó la atmósfera durante los 10 a 20 días subsiguientes, atacando importantes extensiones agrícolas y bosques, el agua y las distintas fuentes de alimentación con las que se contaba. Los radioisótopos se incorporaron al ciclo biológico de plantas, animales y personas. Éstos siguieron una ruta ecoambiental compleja que no sólo depende del isótopo, sino que también del tipo de suelo, los fertilizantes, la forma de la cosecha, el clima, la estación del año, entre otros factores.

Durante las primeras semanas entre 500 mil y un millón de socorristas estuvieron en la región intentando paliar los efectos del accidente. En un primer momento se dedicaron a luchar contra el fuego causado en la central y a levantar sarcófagos de cemento para encapsular el material radioactivo sin el equipamiento requerido ante este tipo de situaciones. Estos voluntarios –que lograron controlar las llamas e impedir que éstas se expandieran a otros tres reactores y que evitaron que el desastre fuera aún mayor- murieron días después o son hoy discapacitados.

Las consecuencias de la catástrofe, según las estadísticas oficiales, se tradujeron en 130 mil personas evacuadas durante los diez primeros días; 200 mil muertos en Bielorrusia, Rusia y Ucrania; y aumento significativo de neoplasias, enfermedades endocrinas, inmunológicas, patologías del embarazo y consecuencias psicológicas.

El accidente radiológico determinó serios efectos sanitarios dentro de la población afectada como resultado de la exposición y por el impacto medioambiental, social y económico que produjo.

Además de las enfermedades somáticas agudas y crónicas se añadieron problemas psicológicos intensos y duraderos. La exposición a radiación ionizante a altas dosis redujo la esperanza de vida e incrementó el riesgo de cáncer, en particular leucemia, cáncer de tiroides y, más tardíamente, cáncer de mama y otros órganos. A dosis moderadas y altas se observó un importante aumento de leucemia (sobre todo en exposición in utero, cáncer gástrico, pulmonar, del tracto urinario, mielomas múltiples, así como también microcefalia y retraso mental, sobre todo entre las semanas 8 y 15 semanas de gestación.

La Organización Mundial de la Salud estableció el International Programme on the Health Effects of Chernobyl Accident (IPHECA) en 1995, el cual se concentró en sus inicios en establecer un registro epidemiológico. Los datos de los estudios médicos realizados en Ucrania y Bielorrusia son aún incompletos y difíciles de evaluar para excluir o confirmar la posibilidad del aumento en la incidencia de ciertos tipos de tumores. Diversas circunstancias dificultan los estudios epidemiológicos, entre ellas la disolución de la Unión Soviética y los problemas económicos de las repúblicas afectadas, el deterioro de la infraestructura médica, los sistemas de registro y seguimiento, los desplazamientos poblacionales y las emigraciones.

El accidente de la central nuclear de Chernobyl seguirá produciendo daños sobre los territorios de la antigua Unión Soviética. Esta tragedia dejó la constancia de que la energía nuclear no es tan segura como en algún momento se llegó a pensar y que si bien ocurrió en un determinado lugar, sucedió a la vez en varias partes.

A veinte años del desastre, las autoridades ucranianas señalaron que se destinarán más de cuatro millones de dólares para recordar a las víctimas. Estos dineros serán utilizados, entre otras cosas, para adquirir mil sillas de ruedas para los inválidos de Chernobyl y para la construcción de dos centros médicos.

La energía nuclear tiene poco más de 50 años, pero el precio a pagar por las ventajas obtenidas ha sido inmenso. El accidente de Chernobyl es el más grave pero no el único, además del problema de los residuos de alta actividad, que serán peligrosos durante más de cien mil años. Se podría decir que este es otro de los fenómenos que se ha globalizado.