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25 Julio 2005

Operativos médicos-odontológicos que vuelan alto

La iniciativa conjunta de un grupo de profesionales y la Federación Aérea de Chile, ha permitido llevar atención a apartadas localidades del territorio nacional.

Con el objetivo de entregar atención en salud, principalmente centrada en el ámbito dental, hace cinco años un grupo de profesionales comenzó a desarrollar operativos en diversas localidades de Chile, como Isla Mocha, Icalma, Cucao, Puerto Aldea, Villarrica, Combarbalá, Isla Juan Fernández, Frutillar, Trapiche y el Islote Rupanco.

Impulsados por una fuerte motivación social, en la iniciativa participan los cirujanos dentistas Enrique Torres, Enrique Pérez, Miqueas Espinoza, Roberto Requena, Rodrigo Cid y Rossana Repetto, el pediatra Jorge Torres, el traumatólogo Eugenio Martínez, el oftalmólogo Ricardo Bittelman, el psicólogo Gyözö Sziklai, la piloto comercial Madeleine Dupont –bautizada como la abuela voladora, por haber cruzado el Océano Atlántico siendo una mujer mayor-, el abogado Tito Muñoz y el ingeniero Pedro Torres.

Haciendo historia
En la segunda mitad del Siglo XX se fue conformando desde Arica hasta Magallanes una infraestructura aeroportuaria muy importante para el país. Estos aeródromos nacían con la formación de clubes aéreos locales, cuyos miembros lograban que los habitantes de la zona donaran terrenos para este fin, existiendo en la actualidad 340 aeródromo de diversa envergadura a lo largo de Chile.

El ingeniero Pedro Torres es piloto civil hace 35 años, actividad que lo ha llevado a preocuparse no sólo de temas técnicos, sino también ha sido un fuerte impulsor gremial de la Federación Aérea de Chile, organismo que nació en 1946 y reúne a todos los clubes aéreos del país. Torres fue director de la entidad a mediados de los ’70 y, posteriormente, a principios de los ’90, ocupando el cargo de presidente de la federación por una década, hasta el año 2002. Explica que en este ámbito, se preocupó por hacer diversas frentes, mejorando las relaciones con las autoridades aeronáuticas, modificaron los estatutos y resolviendo variados problemas.

Una de las preocupaciones que más lo inquietaba, era que por una fuerte presión inmobiliaria estaban comenzando a desaparecer varios aeródromos. Como una forma de detener este fenómeno, en la federación decidieron que un buen camino era tener una comunicación fluida con la comunidad, demostrando que un aeródromo no es un centro social de entretenimiento para unos pocos, sino que se trata de un bien nacional, “una estructura muy valiosa tanto en tiempos de paz, como en tiempos de peligro”, como explica Torres.

De esta forma, buscando una manera de contribuir a los requerimientos de las comunidades y, al mismo tiempo, demostrar lo útiles que podían ser los aeródromos, nació la idea de realizar operativos médicos por vía aérea. Para ello convocó a sus hermanos, uno dentista y el otro pediatra, más otros profesionales que se entusiasmaron con la aventura de desarrollar estas iniciativas de apoyo en lugares que debían tener dos características básicas: tener una pista de aterrizaje y estar alejados de los principales centros urbanos.


De Melipilla a Isla Mocha
El proyecto se articuló definitivamente el año 2000 con un viaje muy cerca de Santiago, que sirvió de prueba para lo que vendría más adelante. En esa ocasión visitaron Melipilla, lugar donde existía un problema entre la municipalidad y el club aéreo, porque el municipio quería construir casas en esos terrenos, que de hecho le pertenecían.

Al conocer esta situación, se comunicaron con el alcalde y le propusieron llevar un oftalmólogo, un odontólogo, un pediatra, un psicólogo y un abogado. La autoridad se encargó de la citación de las personas y de coordinar el apoyo de la Cruz Roja, resultando de todo ello una recepción muy positiva.

Al ver el éxito de la iniciativa, principalmente a través del agradecimiento demostrado por las personas del lugar, decidieron organizar un equipo más estructurado e imprimir un carácter de constancia a los operativos, realizándolos dos o tres veces por año. Entre otras cosas, se propusieron buscar lugares que estuvieran alejados de grandes ciudades, con las consecuentes dificultades de comunicación y distancia, y que tuvieran un aeródromo para llevar el equipo de ayuda. Así partieron con la Isla Mocha, en la VIII Región.

El doctor Enrique Torres, profesor de la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile, invitó a participar a algunos colegas, logrando conformar un grupo muy aflatado en que participan dentistas de distintas edades. Con mucha creatividad, algunos de ellos fueron armando equipos dentales móviles, artesanales, que les han permitido desplazarse y prestar servicio, junto con la atención que brindan los médicos.

Dado que la incidencia de problemas dentales en Chile es muy alta, los profesionales deben enfrentar diversos cuadros, con predominancia de caries. Sin embargo, para ellos en esas poblaciones alejadas lo más importante ha sido realizar actividades de prevención orientadas a niños, padres y profesores. Asimismo, destacan que los equipos móviles les permiten “no sólo ir a extraer muelas –aunque es lo que más se hace- sino también a hacer obturaciones en niños, con lo cual pueden conservar sus piezas definitivas”, dice el doctor Enrique Torres.

El motivo por el que la iniciativa se centra en la parte odontológica, explican los integrantes del equipo, es porque las atenciones médicas son mucho más frecuentes en los lugares apartados. En cambio, si tienen algún problema con sus dientes, las personas deben viajar a grandes ciudades, lo que les significa incurrir en gastos que muchos no pueden costear.

Por ello, su llegada ha sido motivo de alegría en localidades como Icalma, Cucao, Puerto Aldea, Villarrica, Combarbalá, Isla Juan Fernández, Frutillar, Trapiche y el Islote Rupanco, hasta donde llegan en varios aviones piloteados por miembros del equipo.

Agradecimiento y futuro
Dado que sus operativos generan una gran expectativa por parte de la población, cuando han tenido la oportunidad de ir por segunda o tercera vez a un mismo pueblo, se encuentran con una acogida que definen como extraordinaria por parte de los pacientes. Asimismo, cuentan con grandes aliados: las personas que en cada localidad se encargan de organizar los operativos, en cuanto al orden y prioridad de las atenciones, destacando la labor de paramédicos, carabineros y profesores. “La recepción de la comunidad es muy calurosa y quedan felices por el hecho de que se preocupen de ellos”, señala el doctor Enrique Torres.

Todos los participantes coinciden en señalar que el éxito de los operativos depende en buena parte de la organización previa. Para eso, después de buscar la localidad que visitarán contactan a una persona -de preferencia un lugareño- para que los ayude a ordenar con anterioridad las atenciones, teniendo ya listos aspectos como fichas actualizadas de los pacientes, informando a las autoridades locales y a los profesionales de la zona, para no herir susceptibilidades.

Según cuentan, sus operativos también generan una cierta respuesta de las autoridades sanitarias del lugar, motivando nuevos impulsos orientados a mejorar la atención de los pacientes de cada zona.

Pese a lo bien que ha resultado la iniciativa, el doctor Enrique Torres aclara que no buscan integrar más profesionales al equipo, sino que su apuesta está dirigida a motivar a otros especialistas para que generen sus propios operativos de servicio. De hecho, están dispuestos a entregar apoyo y a compartir su experiencia, convencidos de que el valor está en incentivar el nacimiento de pares y no en crecer hacia adentro, también porque eso podría afectar la buena integración que han logrado.

Aunque los operativos son de jueves a domingo, sus integrantes aseguran que la intensidad del trabajo es equivalente a la labor de una semana. Sin embargo, vuelven a sus hogares con el gusto que deja la misión cumplida, con un cansancio que vale la pena, porque les permite retomar sus actividades cotidianas con renovado entusiasmo. “Es un cuento distinto, que te motiva y que te conecta con el valor del servicio. Y pese a todo lo agotados que volvemos, es un cansancio con agrado, alegría, cariño y amor, porque esto tiene la magia del vuelo, pero por sobre todas las cosas, la magia de llegar a un lugar donde hay gente que necesita mucho de tu trabajo”, concluye el doctor Enrique Torres.