Eloísa Díaz: primera médico cirujano chilena
Si bien durante el Siglo XIX estaba prácticamente vedado para la mujer traspasar el umbral de conocimiento, en sus postrimerías surgieron algunas iniciativas tendientes a ampliar las oportunidades educacionales del mundo femenino, escenario en el que surgieron algunas destacadas profesionales, entre las que se encontraba Eloísa Díaz Insunza, quien llegó a ser la primera médico cirujano chilena.
Aunque en la actualidad es absolutamente normal que las mujeres entren a la universidad y destaquen en sus respectivas disciplinas a la par de sus colegas hombres, las cosas eran muy distintas en la época en que la joven Eloísa se propuso estudiar.
En el Chile del siglo XIX la mujer tenía reducida su vida sólo al espacio privado que le proporcionaba el hogar, donde podía destacar como esposa y abnegada madre. Sólo entre las clases acomodadas, tenía la posibilidad de tomar lecciones de música, leer a los poetas clásicos greco latinos y algunas novelas francesas de carácter romántico y educativo. Dentro de la clase media, en tanto, la formación se restringía a aprender labores manuales, buenos modales propios de una dama y la preparación para el matrimonio. También, y como parte de la formación religiosa, debía conocer el Catecismo y las vidas ejemplares de los santos. La mujer de escasos recursos, no tenía otro acceso a la cultura que la vía oral, ni más conocimientos que la sabiduría popular.
Las posibilidades de acceder a una educación profesional se encontraban totalmente limitadas, no sólo por la restricción social, sino porque había una ley que denegaba el acceso de la mujer a la universidad, pues no le estaba permitido rendir las pruebas de bachillerato.
Esta situación comienza a marcar a un número creciente de mujeres que, de una u otra manera, genera una apertura en la toma de conciencia de las limitaciones impuestas a sus procesos educativos, principalmente en los estratos medios de la población chilena.
Es así como el 5 de febrero de 1877 esta ley fue derogada y en su lugar se dictó un trascendental decreto que, visionariamente, permitió a las mujeres acceder a la educación universitaria.
La nueva disposición consideraba conveniente estimularlas a realizar estudios serios y sólidos, ya que ellas podrían ejercer algunas de las profesiones consideradas como científicas y que, por lo mismo, era muy importante facilitarles los medios necesarios para su propia subsistencia. Estos tres puntos sirvieron para que Don Aníbal Pinto, Presidente de Chile en aquella época, y su Ministro de Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, decretaran que las mujeres fueran admitidas para rendir exámenes que les permitieran obtener títulos profesionales, con tal que se sometieran, para ello, a las mismas disposiciones a que estaban sujetos los hombres.
Si bien, por un tema de hábitos y costumbres, en la práctica la educación continuó reservada sólo a los varones por un buen tiempo, diez años después de promulgada esta nueva ley, Chile aparece como pionero en cuanto a la formación de mujeres profesionales, cuando en 1887 recibieron sus títulos de médico Eloísa Díaz Insunza y Ernestina Pérez Barahona, las primeras profesionales de este rubro en Chile e Hispanoamérica.
Pionera
Eloísa Díaz Insunza nació el 25 de junio de 1866, fruto del matrimonio conformado por Eulogio Díaz Varas y Carmela Insunza. Sus primeros estudios los realizó en el colegio dirigido por Dolores Cabrera Martínez. Las humanidades las cursó en el colegio fundado y administrado por Isabel Le Brun de Pinochet y en el Instituto Nacional.
En 1881, con tan solo 15 años, enfrentó la primera barrera en su camino a la universidad: debió aprobar el Bachillerato, prueba de selección académica de la época. Era tan inusitada la presencia de una postulante mujer, que su examen oral pasó a ser un acontecimiento nacional.
El diario de la época “El Ferrocarril”, comentaba al día siguiente que por primera vez en la historia de Chile figuraba entre los aspirantes al Bachillerato en Humanidades, una estudiante de sexo femenino, por lo que la novedad había atraído a una numerosa concurrencia a la sala de exámenes.
Allí fue evaluada de forma muy estricta e integral, pues no podía presentarse como favorecida por su condición de mujer frente a sus compañeros varones. Pese a la presión, Eloísa contestó todas las preguntas sobre Historia de Chile y América, materias que le tocó defender, demostrando pleno dominio y conocimiento del tema.
Su brillante desempeño hizo que se ganara la aprobación absoluta de la mesa examinadora, donde se encontraban nada menos que el historiador Diego Barros Arana, Abdón Cifuentes, Rodulfo Armando Philippi e Isaac Ugarte.
Mientras la joven rendía su examen, en una sala contigua, esperaban atentos el Secretario de la Universidad de Chile, Miguel Luis Amunátegui, quien había hecho posible que ella llegara a las puertas de la universidad, y el rector Ignacio Domeyko.
El interés por lo que estaba ocurriendo y la importancia que este acto significaba para la historia nacional, las autoridades hicieron que esa misma noche, Eloísa recibiera su título de Bachiller de manos del rector, en medio de los aplausos cariñosos de los asistentes.
Ese mismo año fue admitida como alumna de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, marcando un hecho trascendental: la casa de estudios abría sus puertas a la primera mujer que recibiría grados y títulos universitarios en Chile y Latinoamérica.
Durante los seis años de formación, Eloísa Díaz se destacó como una excelente alumna, recibiendo diversos premios y distinciones en Anatomía (1º y 2º año); Patología General (3º año); Patología Interna (4º año); Medicina Legal (5º año) y Clínica Interna y Obstetricia en el último año de la carrera. Durante el dificultoso período de estudios, se esforzó por demostrar que no sólo era una buena alumna, sino que estaba entre los mejores, pues tenía muy claro que cualquier falla o debilidad sería atribuida a su condición de mujer.
Luego de escribir su tesis de grado “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo”, tema que investigó en el Hospital San Borja Arriarán analizando 16.439 casos en el lapso de dos años, sus esfuerzos fueron retribuidos cuando se licenció en medicina el 27 de diciembre de 1886.
Su memoria fue publicada en “Los Anales de la Universidad de Chile” y en “La Revista Médica de Chile”. Anteriormente, ya había entregado una colaboración al “Boletín Médico” con un trabajo sobre la “Ruptura útero-vaginal, curación”.
Así, Eloísa Díaz obtuvo su título profesional y su diploma de Médico Cirujano el 3 de enero de 1887, de manos del mismísimo Presidente de la República, Don José Manuel Balmaceda. En el Acta se deja constancia de que ella es la primera mujer chilena que ostenta aquel título profesional y, además, es la primera graduada en esta categoría en América del Sur.
Sus primeros pasos profesionales los dio entre 1888 y 1890 como ayudante de la clínica de ginecológica del doctor Roberto Moericke. En enero de 1891 se integró al plantel médico del Hospital San Borja.
Posteriormente, en 1889, ya ejercía el cargo de profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del Sur, donde permaneció hasta el año 1897. Desde este puesto analizó las condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en la materia. Estos conocimientos le permitieron en 1898 convertirse en Inspector Médico escolar de Santiago y, más tarde, asumir el cargo a nivel nacional, ejerciéndolo durante treinta años e impulsando diversas reformas tales como la creación del servicio médico dental en las escuelas; fundó jardines infantiles; implementó policlínicos dirigidos a personas de escasos recursos e impulsó colonias escolares de verano gratuitas.
En el ámbito intelectual participó en numerosos congresos. En 1901, expuso brillantemente sus ideas sobre sanidad e higiene escolar en el Primer Congreso Médico Latinoamericano celebrado en Santiago, lo que le valió el merecido reconocimiento de sus colegas del continente. En 1904, en tanto, concurrió a un congreso similar que se desarrolló en Buenos Aires, obteniendo la misma buena acogida.
En 1910, integró la delegación chilena que viajó y expuso en el Primer Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene de Buenos Aires, donde fue seleccionada como secretaria de una de las secciones. Asimismo, fue relatora del tema “El niño débil normal y organizaciones médico-escolares”. Por su trayectoria y aportes científicos y médicos, el Congreso Científico la nominó “Mujer Ilustre de América”.
A su regreso a Chile en 1911 fue nombrada directora del Servicio Médico Escolar, donde se destacó por impulsar el desayuno escolar obligatorio, la vacunación masiva y por la lucha contra el alcoholismo y la tuberculosis que azotaban el país.
También fue miembro de variadas y numerosas instituciones científicas como la Liga Nacional de Higiene Social, la Sociedad Científica de Chile, el Consejo Nacional de la Mujer, la Sociedad Médica, el Consejo de Nutrición Primaria y la Cruz Roja.
En 1925, con 60 años, jubiló y se retiró al descanso. Unas décadas más tarde, fue internada en el hospital San Vicente de Paúl donde murió el 1 de noviembre de 1950 a los 84 años de edad.
Quienes la conocieron, hablan de ella como una mujer modesta, a quien no le interesó ejercer la medicina en forma particular, lo que le hubiera acarreado prestigio y dinero, lo que se explica dado que veía su profesión sólo como una tarea de servicio hacia los demás.
Si bien recibió muchos homenajes y vivió rodeada de reconocimientos y gratitud, se retiró del servicio público sin mayores bienes y sólo poseía una pequeña pensión. Como siempre ocurre en este tipo de historias, la primera universitaria de Chile y América vivió su jubilación y vejez con muy poco dinero y sin mayores comodidades.
El gobierno hizo pública su gratitud a esta mujer extraordinaria, que dedicó su vida al ejercicio de la profesión médica, donde su condición de mujer sorprendió a sus colegas internacionales, poco acostumbrados a médicos de sexo femenino.
Desde los inicios de su carrera tuvo que trabajar el doble que sus compañeros, para destruir los prejuicios que se tenían sobre ella. Fue un verdadero y real modelo a seguir. Eloísa Díaz fue la primera mujer en abrir el camino para que otras chilenas pudiesen soñar con la universidad, una profesión y acceso amplio a la cultura. Sin duda alguna, la doctora Díaz elevó y dignificó el papel de la mujer en la sociedad chilena.
Por Carolina Faraldo Portus
