Iconodiagnóstico: patologías escondidas en el arte
El arte y la ciencia médica se han alimentado siempre por un denominador común: el Humanismo, aquel movimiento intelectual, filosófico y cultural europeo estrechamente ligado al Renacimiento, que cambió el curso de la historia. La pintura quizá sea la actividad artística que ha dejado más testimonios de la cara oscura del acontecer de los hombres, mostrándola y atenuándola, según la ocasión, con la viveza de la luz y el color.
La ciencia médica y el entorno que rodea a la enfermedad han sido protagonistas vivos de esta cruel realidad y la abundancia de imágenes plasmadas en los lienzos constituyen una brillante galería ilustrada de la patología humana, en la que el artista, a lo mejor sin proponérselo, se ha convertido en mensajero único de un rico y útil legado que ha permitido conocer esa historia pasada, desde otra mirada.
Hace una semana se celebraron los 560 años del nacimiento de un genio: Leonardo Da Vinci, quien además de pintor fue anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Su figura fue crucial en el desarrollo de la cultura occidental, siendo reconocido como el padre del alto Renacimiento.
Cuando tenía 15 años, su padre lo envió como aprendiz al taller de Andrea del Verrocchio, importante, escultor, pintor y orfebre de Florencia. Su preocupación por la calidad y su interés por expresar la movilidad vital de la figura humana fueron elementos importantes en la formación artística del joven Leonardo, quien se inició en diversas actividades, desde la pintura de retablos y tablas, hasta la elaboración de grandes proyectos escultóricos en mármol y bronce.
Estudió la anatomía humana gracias a la disección de cadáveres de criminales en la Facultad de Medicina de la ciudad. Como en aquella época no existían la refrigeración o la conservación con formol y los cuerpos se descomponían muy rápido, Leonardo debía trabajar rápidamente, realizando observaciones y apuntes con gran curiosidad. Esos estudios le permitieron conocer las proporciones físicas de las personas, logrando bosquejos de asombrosa exactitud al representar la figura humana, que constituyen verdaderas obras de arte en la actualidad.
La Gioconda, también conocida como La Mona Lisa, es una de las obras de arte más famosa de toda la historia. Fue pintada por Da Vinci entre 1503 y 1506 sobre una delgada tabla de madera de álamo, extraordinariamente frágil que se conserva en el Museo del Louvre en una urna de cristal a prueba de balas.
Leonardo preparó minuciosamente la tabla con múltiples capas de enlucido. Dibujó el motivo del cuadro y después aplicó el óleo, sabiamente diluido en aceite esencial, lo que le permitió aplicar innumerables capas de pintura en forma de veladuras, con finas pinceladas imperceptibles que, magistralmente aplicadas, hicieron que el cuadro se volviese muy real. El Sfumato, la técnica utilizada, junto con el juego de luces y sombras dotó al personaje, Lisa del Gioconda, de relieve y misterio.
La figura de la modelo adquirió una humana vitalidad, con una inexplicable expresión en el rostro, que parece meditar y observar a quien la mira. Incluso sus manos parecen dotadas de movimiento. El paisaje se pierde en la lejanía, diluyéndose en la nada, como sucede en la observación de la realidad cotidiana.
Durante varios siglos, la observación de obras de arte bajo la perspectiva médica ha ocupado la atención de muchos académicos que han realizado importantes hallazgos que han abierto una nueva corriente investigativa, el llamado arte social.
Además de una técnica perfecta, en la pintura de Da Vinci es posible ver algo más. El doctor italiano Vito Franco, profesor de Anatomía Patológica de la Università degli Studi di Palermo, se dedicó a observar retratos y pinturas clásicas y encontró algunos signos de enfermedad presentes en las pinturas.
Al parecer, a juicio del Dr. House del arte clásico, como lo llaman sus colegas, la Mona Lisa no gozaba de buena salud. Según el iconodiagnóstico del doctor Franco en el ojo izquierdo de la mujer “es posible observar síntomas de xantelasma”.
El xantelasma y el xantoma son padecimientos caracterizados por el desarrollo de tumoraciones grasas debajo de la superficie cutánea. Son trastornos comunes de la piel, especialmente entre los adultos mayores y entre las personas con exceso de lípidos en sangre.
Estos pequeños tumores benignos pueden ser síntoma de trastornos metabólicos subyacentes como diabetes, cirrosis biliar primaria, algunos tipos de cáncer y los trastornos metabólicos heredados como la hipercolesterolemia familiar.
El doctor Franco, que ha analizado un centenar de obras, desde la escultura egipcia a ciertas producciones contemporáneas, llegó a estas deducciones, al mirar el arte con un ojo distinto al de un experto, “así como un matemático escucha la música de modo diferente de como lo hace un crítico musical, eso me permitió encontrar que la aristocracia, las vírgenes, ángeles y héroes míticos revelaban signos de diferentes enfermedades”.
El arte no está hecho sólo para contemplarlo, sino también para ser estudiado. Este análisis ya no es labor exclusiva de los expertos en arte, pintores o críticos, también los médicos pueden hacerlo. Incluso podría transformarse en un método complementario de enseñanza de la medicina, ya que a través del iconodiagnóstico sería posible elaborar innumerables hipótesis diagnósticas como ejercicio semiológico que justificaría plenamente la integración de la patología con el arte.
Así que ya lo sabe, si a usted le gusta el arte, comience a mirarlo con ojo clínico, cómo sabe si realiza un diagnóstico médico a través de la representación artística de los grandes pintores universales.
