https://www.savalnet.bo/mundo-medico/reportajes/23615.html
26 Diciembre 2011

Deporte de alta exigencia amenaza la función cardíaca

La nueva meta de los atletas de élite es mantenerse alerta frente a los peligros que pueden provocar las actividades físicas de alta exigencia en el ventrículo derecho del corazón.

Para muchos, levantarse muy temprano, ponerse una polera, abrocharse las zapatillas y salir a trotar constituye una verdadera terapia para el físico, la mente y el espíritu. Correr es el ejercicio más simple de todos, el más básico y, lo mejor de todo, no requiere grandes gastos o recursos económicos para practicarlo, razones que lo convierten en uno de los deportes con más adeptos en el mundo entero, siendo incluso puerta de entrada al desarrollo del running de manera competitiva y profesional. Claro que, como casi todo en la vida, no es completamente perfecto.

Son múltiples los beneficios que acarrea para el organismo la actividad física constante; aspectos positivos que han sido abordados y descritos ampliamente por médicos de distintas especialidades y detallados en profundidad en la literatura de la salud.

Algunas de sus ventajas son disminuir el riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, previene el desarrollo de hipertensión arterial, mejora el perfil de los lípidos en la sangre, mejora la regulación de la glicemia, disminuye el riesgo de padecer diabetes, mejora la digestión y la regularidad del ritmo intestinal, disminuye el riesgo de ciertos tipos de cáncer (como el de colon), ayuda a conciliar y mejorar la calidad del sueño y favorece la liberación de tensiones y el manejo del estrés. Incluso, de acuerdo a recientes estudios, permite mantener y activar la memoria.

Lo último, aseguran investigaciones científicas, debido a que el ejercicio físico activaría una molécula conocida como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, del inglés brain-derived neurotrophic factor) que pertenece a las neurotrofinas, una familia de proteínas que favorecen la supervivencia de las neuronas.

Para quienes practican deporte de manera esporádica o regular, un chequeo previo y controles médicos constantes son un requerimiento básico. Con eso no deberían presentarse inconvenientes. Sin embargo, las precauciones se extienden ahora a quienes practican deporte de alto impacto o exigencia. Si bien los controles y chequeos son aquí parte de una rutina profesional, éstos deberán ahora redoblarse, luego que se comprobara que el ejercicio de resistencia sí daña el corazón.

Específicamente, lo que descubrieron científicos de la Universidad de Melbourne (Australia) es que el deporte intenso y a largo plazo puede causar daños en el ventrículo derecho, una de las cuatro cavidades del corazón que recibe la sangre no oxigenada de la aurícula derecha y la impulsa fuera del órgano a través de la arteria pulmonar. Un dato no menor a considerar por los deportistas que practican, por ejemplo, maratón o triatlón.

André LaGerche, autor principal del estudio, publicado en la última edición del European Heart Journal (Eur Heart J (2011) doi: 10.1093/eurheartj/ehr397), comentó que “sabemos que nuestro trabajo no puede extrapolarse a todo el mundo, como para afirmar que el ejercicio intenso no es saludable. Los datos no respaldan esta premisa. Sin embargo, los hallazgos sugieren que algunos atletas pueden haber nacido con una susceptibilidad a sufrir daños cardíacos como resultado de la práctica de deporte de resistencia sostenida en el tiempo”.


Tema tabú

Esta investigación no hace más que avivar un debate que se arrastra ya por veinte años: los riesgos cardíacos de los deportistas de élite. Un nuevo dato que aporta a la discusión fue el estudio presentado recientemente por un grupo de investigadores del Hospital Clinic de Barcelona (España), en colaboración con el Instituto del Corazón de Montreal (Canadá). Se trata de un ensayo, realizado en ratones, publicado en la revista Circulation, de la American Heart Association, que constata que el ejercicio de resistencia continuado durante años puede provocar alteraciones en la estructura cardíaca creando un sustrato para padecer arritmias.

“Ni la comunidad médica ni la población han admitido durante años que la práctica deportiva de élite podía llevar a problemas de salud. Era un tema tabú, debido en parte a que parecía que no se podía decir nada en contra del ejercicio físico, algo que por otro lado todos sabemos lo recomendable que es. Sin embargo, las evidencias se han ido acumulando y sabemos que la obsesión por el deporte puede resultar perjudicial. De hecho, como sucede con todo, hay que mantener un equilibrio. No se puede llevar al cuerpo al límite”, aseguró el doctor Josep Brugada, director médico del Hospital Clinic y uno de los autores de la investigación.

Para llegar a esta conclusión, los autores reclutaron a 40 atletas australianos de primer nivel durante su etapa de entrenamiento de cara una competencia de alta exigencia del circuito local. Todos reunían determinadas características como un entrenamiento mayor a diez horas semanales, buenos resultados en torneos previos, ausencia total de síntomas y factores de riesgo cardiaco y alteraciones negativas durante las ecocardiografías que se les practicaron.

La metodología fue la siguiente. Primero se definieron tres momentos claves para obtener muestras representativas: dos y tres semanas previas a la carrera, inmediatamente después de ésta y entre los seis y once días después de la competencia, momento en que los deportistas realizaban un entrenamiento sólo de mantención física.

Una vez establecidos estos “tiempos”, los atletas se sometieron a resonancias magnéticas (RM), análisis de sangre (antes y después de la competencia) y a una ecocardiografía en los tres momentos ya detallados. Los resultados no se hicieron esperar y fueron decidores: inmediatamente después del evento deportivo el corazón de los deportistas cambió de forma, tenía mayor volumen y la función del ventrículo derecho estaba disminuida.

“En cuanto a los niveles sanguíneos del péptido natriurético tipo B (BNP, sus siglas en inglés), que se secreta por los ventrículos en respuesta al estiramiento excesivo de las células del músculo cardiaco, los datos demuestran que estaban aumentados”, explicaron los científicos. Una semana después de la competición, la función ventricular se recuperó en la mayoría de los atletas, sin embargo, en cinco de ellos la RM detectó signos de cicatrización (fibrosis cardíaca). Coincidentemente se trato de atletas que llevaban más años entrenando y compitiendo.

“El ejercicio moderado es una importante terapia para las enfermedades cardiovasculares, pero sus efectos sobre la salud cuando se practica de forma intensa están menos definidos. Hemos demostrado que el ejercicio de resistencia intenso provoca una reducción en la función del ventrículo derecho que se incrementa con la duración de la carrera y se correlaciona con el aumento de los marcadores biológicos de daño cardiaco. Por el contrario, el ventrículo izquierdo no sufre ninguna alteración”, argumentó André LaGerche.


Atletas en alerta

Los científicos han confirmado que el deporte de alta intensidad eleva el peligro de algunas arritmias, pero aún no se determinan los mecanismos por los que se incrementa este riesgo, aunque está comprobado que el ventrículo derecho está directamente involucrado. El objetivo, por tanto, es descifrar los cambios que se producen a corto plazo en dicho ventrículo y estudiar las conexiones potenciales que existen entre esta transformación y el aumento de probabilidad de arritmias en los deportistas de alta competencia.

“Ya sabemos lo que sucede con el exceso de deporte, un hecho también documentando en los países nórdicos con los esquiadores de fondo. Pero no conocemos qué deportistas van a sufrir las consecuencias de su esfuerzo. Por eso es necesario hacerles a todos seguimientos a largo plazo, con el fin de poder detectar a tiempo cualquier anomalía”, subraya el doctor Josep Brugada.

En este sentido, el diagnóstico precoz debe jugar un papel determinante y mantenerse alerta frente a cualquier síntoma es ahora la nueva meta u objetivo de los deportistas profesionales.

“No hay reglas fijas que nos hagan sospechar de la existencia de un problema, por lo que el atleta debe estar vigilante. Si nota que cuando entrena su rendimiento ha disminuido o su frecuencia cardiaca aumenta en situaciones de reposo, ambas cosas pueden significar que el corazón necesita más tiempo para recuperarse. Todavía necesitamos trabajar mucho en este campo, para saber qué está sucediendo realmente”, finaliza LaGerche. Si usted es un médico que practica deporte de alto nivel, considere este reportaje y tome los recaudos necesarios antes de abrocharse nuevamente sus zapatillas.