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07 Noviembre 2011

Innovadora terapia

Leche de vaca: inducir la tolerancia

Un estudio publicado en la revista Clinical & Experimental Allergy plantea que una inducción pautada de este alimento a edades tempranas permite desensibilizar a los pacientes y evitar la reacción alérgica.

Sin lugar a dudas, una de las principales preocupaciones de los padres es velar por el cuidado y crecimiento saludable de sus hijos, y en esa tarea una alimentación que garantice el desarrollo integral del menor juega un papel fundamental desde el nacimiento, e incluso antes, durante su gestación, mediante una dieta balanceada de la madre.

En los primeros doce meses de vida, la leche materna se constituye en un alimento clave, ya que, según concuerdan en el campo de la pediatría, es el más apto para satisfacer las necesidades nutricionales e inmunológicas a esa edad. Además, tiene importantes efectos positivos en la relación afectiva que se genera entre la madre y el hijo, por lo que se recomienda mantener la lactancia hasta que sea posible, aunque habitualmente después de un año se optan por otras alternativas.

Este es el momento en el cual, normalmente, hace aparición la leche de vaca y sus derivados para constituirse en el principal alimento de los niños. Antes no es recomendable, al menos para la American Academy of Pediatrics, que asegura que “los bebes alimentados con leche entera de vaca no reciben suficiente vitamina E, hierro y ácidos grasos esenciales y además ingieren demasiadas proteínas, sodio y potasio, cuyos niveles pueden ser demasiado altos para su organismo”.

Después de este periodo las cosas cambian y la leche de vaca consolida su posición de privilegio en la dieta del menor. Aunque algunas personas han manifestado inquietudes acerca de la seguridad al consumirla, expertos coinciden en que no hay ninguna evidencia válida para descartarla, más aún si se considera su alto aporte proteínico y de calcio, necesario para la formación de huesos y dientes.

Eso sí, se aconseja que los niños de 1 a 2 años tomen sólo leche entera, debido a que necesitan la grasa para mantener el desarrollo del cerebro; después de los dos años de edad, los niños pueden tomar leche descremada o incluso leche desnatada si tienen sobrepeso.


Un problema temporal

El consumo regular de leche se remonta aproximadamente al año 6.000 antes de Cristo, en el periodo Neolítico, momento en que el hombre dejó de ser nómade, estableciéndose en un solo lugar para comenzar a trabajar la tierra y alimentar a los animales que mantenía en cautiverio. En esos tiempos la leche se guardaba en pieles, tripas o vejigas de animales, las que muchas veces se dejaban expuestas al sol, produciéndose la coagulación del producto y surgiendo la leche cuajada como uno de los primeros derivados de la leche.

Su composición determina su valor y calidad nutritiva. Su principal componente es el agua, seguido fundamentalmente por grasa (ácidos grasos saturados en mayor proporción y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas) e hidratos de carbono (lactosa principalmente). Así mismo, contiene moderadas cantidades de vitaminas (A, D, y vitaminas del grupo B, especialmente B2, B1, B6 y B12) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio).

El problema surge cuando los niños padecen alergia a la proteína de vaca, reacción que puede manifestarse mediante síntomas como dolor o cólicos abdominales, náuseas y vómitos e incluso diarrea. Es más, si la alergia es bastante severa, los niños pueden tener sangrado en los intestinos, generando un cuadro de anemia. Cerca de 3% de los menores de un año tienen alergia a la leche, disminuyendo los casos en los niños de 2 hasta 3 años.

Lo anterior, como es lógico, provoca alerta y preocupación en los padres. Sin embargo, los especialistas llaman a la calma explicando que la afección es transitoria y al cabo de los primeros dos o tres años el niño será capaz de tolerar sin problemas la leche y otros productos lácteos. El consejo más habitual de los pediatras es tratar los casos restringiendo o eliminando la leche de vaca de la dieta, buscando otros suplementos que no alteren el estado nutricional del menor.

Pero la aparición de esta alergia comenzaría a disminuir en el futuro y también el tratamiento podría ser distinto. De acuerdo a un estudio publicado recientemente en la revista Clinical & Experimental Allergy (Clin Exp Allergy. 2011 Sep;41(9):1297-304), un grupo de alergólogos pediátricos, pertenecientes a la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergia Pediátrica (SEICAP), plantea que una inducción pautada de leche de vaca a edades tempranas permite desensibilizar a los pacientes y evitar la reacción alérgica.

Lo novedoso de la investigación no está sólo en la alta eficacia de esta terapia de inducción específica sino que, cuanto antes se realice, resulta más eficaz. “Se ha comprobado que el éxito de esta pauta es mayor si se administra antes de los tres años de vida. En estudios con niños mayores el porcentaje de éxito es menor”, afirma el doctor Antonio Martorell, del Hospital General de Valencia, principal autor del estudio.

La reacción alérgica ante la proteína de la leche de vaca suele ser la primera en desarrollarse en la vida. Ante los síntomas de alergia alimentaria se recomienda que se eviten los alimentos, con el objetivo de que al cabo de los años el paciente los tolere. Sin embargo, se ha comprobado que la constante evitación de los alimentos que causan la alergia no se traduce, necesariamente, en la desaparición de la patología. “La reactividad puede persistir y existe el riesgo de reacción grave anafiláctica por pequeñas dosis inadvertidas en los alimentos”, sostiene Ana María Plaza, coordinadora del grupo de trabajo de alergia a alimentos de la SEICAP.

La investigación se realizó en los servicios y unidades de Alergología de 11 hospitales españoles con niños y niñas alérgicos entre 24 y 36 meses de edad, revelando que en nueve de cada 10 niños su tolerancia a la leche de vaca se incrementó después de que la ingirieran de manera progresiva. La eliminación del alimento, la terapia habitual, solo obtuvo resultados en uno de cada 10 niños.

En algunos países, los alergólogos pediátricos han empezado desde hace unos años a tratar con terapias poco utilizadas en la práctica clínica habitual, como el tratamiento de inducción de tolerancia específica. Claro que hasta ahora no se había demostrado su eficacia en edades tempranas. Este método “trata de aumentar el umbral de tolerancia y hace necesario el mantenimiento de la ingesta de leche para evitar posibles recaídas”, finaliza la doctora Plaza.