Ménière, un nombre asociado al equilibrio y la audición
Martín Lutero, el teólogo alemán –cuya ruptura con la Iglesia católica puso en marcha la Reforma protestante- tenía 43 años cuando se dedicó a traducir el Libro de Jeremías al alemán. Durante esas largas y extenuantes sesiones de trabajo, repentinamente, comenzó a experimentar ataques de mareo en los que escuchaba el sonido de una cascada en uno de sus oídos que le obligaba a suspender su labor. Lo curioso de la anécdota es que, lejos de contrariarse por tan terrible dolencia, el religioso se alegró al pensar que Dios se comunicaba con él de esta manera.
Casi 300 años después, en 1861, el médico francés Prosper Ménière describió a fondo este padecimiento, que lleva su nombre, y del que hasta hoy no se conoce su origen, sólo se sabe que es un problema que se presenta en la edad adulta por una alteración de los fluidos en los canales del oído interno, responsables del equilibrio.
A mediados del siglo XIX, París era uno de nuevos polos de desarrollo de las ciencias y la medicina: Louis Pasteur informaba sus experimentos clásicos sobre la fermentación ante la Academia de Ciencias en 1859; el fisiólogo Claude Bernard demostraba cómo el cuerpo fabrica, almacena y metaboliza una forma de azúcar que él llamó glucógeno; y Jean
Martin Charcot, el padre de la neurología moderna, era nombrado médico jefe del Salpeˆ trie`re Hospital, donde se descubrieron muchas de las enfermedades neurológicas comunes.
En ese ambiente de progreso se hizo conocido el doctor Ménière, cuando presentó su famoso trabajo Mémoire sur des lésions de l'oreille interne donnant lieu à des symptômes de congestion cérébrale apoplectiforme a la Academia Imperial de Medicina de París. En la oportunidad, desmintió la hipótesis que se aceptaba en la época de que el vértigo era una forma de apoplejía cerebral o de epilepsia y afirmó que se trataba de un problema del oído interno, lo que le valió numerosas críticas.
Para llegar a esas conclusiones se basó en la observación de pacientes con vértigo asociado a pérdida de audición, acúfenos y a los hallazgos de Flourens –fisiólogo francés, el fundador de la ciencia experimental del cerebro y un pionero en anestesia- que encontró que la ablación del canal semicircular en el cerdo producía una pérdida del equilibrio.
Lo interesante de su investigación fue que el apoyó sus fundamentos en los resultados de la autopsia, que él mismo hizo, de una joven que falleció tras un ataque de sordera y que presentaba el sistema nervioso central y la médula espinal normal, pero en la que halló exudados y alteraciones en los canales semicirculares, pero no en la cóclea.
Ménière concluyó que el aparato auditivo podía estar afectado, resultando en episodios de acúfenos y pérdida de la audición; que las malformaciones del oído interno podían ser responsables de ataques repentinos de vértigo que se acompañaban de náuseas, vómitos y síncope; que aunque los ataques eran intermitentes, la pérdida de la audición era progresiva; y que la lesión se situaba en los canales semicirculares. Ménière señaló también que el vértigo de origen central no se asociaba a pérdida de audición y que los pacientes con vértigo auditivo, no perdían la consciencia durante los ataques.
Si bien es discutible la presencia de una hidropesía en esa paciente, su original idea se tradujo a muchos idiomas, y sus seguidores, durante los 30 años siguientes, la difundieron por el mundo. Por ello, se definió la sintomatología clínica que hasta hoy ayuda a los otorrinolaringólogos a realizar el diagnóstico de la enfermedad de Ménière, basado en la triada clásica de hipoacusia fluctuante, tinnitus y vértigo recurrente, recalcando que la causa de la enfermedad se encontraba en el oído interno.
A pesar de los años que han pasado, todavía existe la gran interrogante respecto a su etiología y su fisiopatología es aún discutida. El Comité de Equilibrio de la Academia Americana de Otorrinolaringología la definió, en 1972, como una patología que afecta el laberinto membranoso del oído interno, con un sustrato patológico de distensión del sistema endolinfático por hidropesía, no variando sustancialmente esta definición hasta hoy.
Algunos autores han atribuido la etiología de la enfermedad de Ménière a una hidropesía endolinfática. Sin embargo, existe el consenso en la actualidad, según la Academia Americana de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, para emplear este término sólo en aquellos casos en que la hidropesía es idiopática, y síndrome de Ménière cuando se encuentra una etiología.
La enfermedad de Ménière, no es contagiosa ni fatal, pero es un problema crónico. Los síntomas no se presentan todo el tiempo, sino por períodos o ataques de entre 20 minutos y dos horas, aunque hay quienes estiman que pueden durar hasta un día. Los problemas se presentan en un solo oído, aunque en 10 ó 15 por ciento de los pacientes puede ser en ambos.
Actualmente, se están investigando factores ambientales y biológicos que pueden causar la enfermedad de Ménière o provocar un ataque, y cómo la composición del líquido y su movimiento en el laberinto afectan la audición y el balance. Además, mediante el estudio de las células capilares del oído interno, responsables de la audición y balance apropiados, los científicos están descubriendo cómo el oído convierte la energía mecánica de ondas sonoras y movimiento a impulsos nerviosos. Una mayor comprensión de los mecanismos de la enfermedad de Ménière permitirá a los científicos desarrollar estrategias de prevención y un tratamiento más efectivo de esta enfermedad descrita y descubierta hace centurias.
