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17 Mayo 2010

El arte de hacer hablar al hombre desde la muerte

Gracias a los progresos de la ciencia forense hoy no es suficiente un cuchillo, un par de guantes y una excusa para salir impune, por ejemplo, de un asesinato. De hecho, para conseguir que un delito llegue, desde la escena del crimen, a los tribunales requiere la intervención de varias especialidades de la ciencia forense.

Durante más de 100 años, investigadores, detectives, policías y aficionados han tratado de establecer un perfil psicológico o indicio que ayude a determinar la personalidad e identidad del primer gran asesino en serie de la historia: Jack el Destripador.

Su nombre inmediatamente evoca una silueta entre la niebla, con capa y sobrero negros que ataca a sus víctimas y desaparece rápidamente de la escena del crimen. No en vano se han escrito cientos de libros, óperas y películas sobre este gran misterio sin resolver del Londres Victoriano, que puso como sospechosos a conocidos personajes de la época.

Es muy probable que si hoy la policía londinense descubriera un cuerpo completamente mutilado en Whitechapel, un barrio de los suburbios de Londres, se desplegaría en forma inmediata un gran contingente de profesionales en la escena de los hechos, con el fin de descubrir todas las evidencias necesarias para, primero, identificar a la víctima y, luego, dar con el paradero de su asesino.

Hace más de un siglo, exactamente el 8 de agosto de 1888, eso no ocurrió. El cuerpo encontrado fue identificado como Martha Turner, una vieja prostituta del sector. Y la causa de muerte se relacionó con una posible venganza o conflicto amoroso relacionado al estilo de vida de la víctima.

Sin embargo, cuando se comenzaron a suceder asesinatos con patrones comunes entre ellos, se puso en jaque a las autoridades y quedó en evidencia la increíble debilidad en el sistema policial y judicial de Inglaterra en aquella época.

Gracias a los avances de la ciencia forense esto no pasaría en la actualidad. Hoy, es casi imposible que un asesino despiadado, como El Destripador, se escape de las manos de la medicina legal y de la justicia. Hoy, todavía, escritores, investigadores y agentes de policía siguen publicando teorías sobre los motivos y la identidad del asesino más famoso del mundo.

Los historiadores coinciden en que el lugar y la fecha de nacimiento de la ciencia forense fueron en China durante la dinastía Tang. En el siglo VII, Ti Yen Chieh, un magistrado de la época se habría hecho conocido por utilizar la lógica y las pruebas forenses para resolver crímenes. Incluso, existe una publicación, que data del siglo XIII, en el que se entregan herramientas para, por ejemplo, reconocer señales de ahogo o estrangulamiento sobre un cuerpo, o según la forma anatómica de las heridas, descifrar el tipo y tamaño del arma utilizada sobre la víctima.

A mediados del siglo XVII, la medicina forense se empezó a enseñar. Incluso, su investigación da un gran salto con la invención del microscopio, hecha por Zacharias Jansen en 1590. Siglos más tarde, con el uso de la fotografía, Thomas Byrnes, un destacado detective de New York, publicó la primera colección de fotos de rufianes para ayudar a la comunidad a reconocer a un delincuente en el caso de que fueran atracados.

La medicina legal es más que redactar informes con fines de justicia. Es una verdadera disciplina que utiliza la totalidad de las ciencias médicas en las cuestiones que conciernen los derechos y deberes del hombre dentro de la sociedad.

Es una especialidad médica que, encuadrada en las normas jurídicas vigentes y que con métodos, técnicas y procedimientos que le son propios, trata de dar respuesta a las cuestiones de origen biológico que se plantean en el campo del derecho en sus diversas vertientes.

La ciencia forense cuenta con más subdivisiones de las que imaginamos entre ellas contabilidad, antropología, arqueología, informática, economía, ingeniería, epistemología, lingüística, psicología, biología, serología, entomología, meteorología, geología, odontología, fotografía, toxicología y análisis de armas forenses.

Sin dudas, la investigación criminal es mucho más amplia y complicada de lo que uno cree, y el trabajo de los científicos más arduo y dedicado que el que uno espera.

El interés por asomarse al interior del cuerpo humano se observa desde las sociedades más antiguas. Sin embargo, sólo en el siglo XIX alcanzó plena sistematización y vigencia. La autopsia se constituyó, desde entonces, como uno de los procedimientos primordiales para conocer el cuerpo humano sano y enfermo.

Andreas Vesalius marca, a mediados del siglo XVI, el inicio del estudio anatómico del cuerpo humano, una fuente inagotable de conocimiento médico y de enseñanza en el pre y postgrado, y a la que los médicos solían asistir con suma reverencia. Se consideraba necesaria para adquirir mayor comprensión de las enfermedades conocidas como de las nuevas enfermedades que surgían.

El procedimiento es un arte que se diseñó hace cientos de años y que, en la actualidad, se sigue utilizando con técnicas complementarias mucho más avanzadas para su realización. Tanto es así que los exámenes post mortem incorporan técnicas de imagen que ya han modernizado la medicina de los vivos. El ecógrafo, endoscopio, la resonancia magnética y la tomografía son usadas en las necropsias modernas en respuesta a la negativa reacción de las familias frente a la autopsia.

Una de las alternativas más novedosas es la autopsia virtual o virtopsia, que se sirve de la tomografía axial computarizada y la resonancia magnética para examinar el interior de un cadáver.

Un grupo de científicos del Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Berna en Suiza creó un robot capaz de realizar autopsias virtuales con precisión, proporcionando imágenes tridimensionales que ayudan a establecer las cusas de la muerte, incluso muchos años después del deceso.

Atrás quedan entonces aquellos detectives que sólo con su instinto y olfato investigativo llegaban a esclarecer los crímenes más horrendos y brutales de la historia. Hoy, Sherlock Holmes ha cedido su lugar a la investigación en base a pruebas que sólo la ciencia forense puede entregar.