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05 Abril 2010

Los circuitos nerviosos que gobiernan el amor

Estudios científicos han revelado que la esencia biológica del amor se trataría de una compleja red de eventos físicos, químicos, psíquicos, afectivos y comunicacionales que interactúan entre sí, influyendo sobre nosotros y nuestro modo de relacionarnos con el sujeto deseado.

El concepto de "amor", tal como lo entendemos hoy, era para la mayoría de los griegos una fuerza peligrosa y destructiva. Las pasiones extremas eran vistas como nefastas, porque eran capaces de alterar el precario equilibrio de las relaciones humanas y, por esta razón, no se podían aceptar. Si había algo a lo que los antiguos temían, era al "azote divino".

Para entender el sentido de esta idea, es necesario señalar que el amor era concebido bajo la forma de un dios juvenil, violento, maligno y ciego, del color del fuego y provisto de alas de ave de rapiña, algo primitivo, un hecho temible y abrumador. Más que una dicha o bendición, se la retrataba como una grave enfermedad que sobrevivía al hombre con ímpetu y que cuando se transformaba en odio, podía desbordarse en una oleada de maldiciones, injurias y sarcasmos. Mal que mal, muchas tragedias y guerras se libraron por su causa.

Pero qué es realmente. ¿Un arte?... ¿una sensación placentera?... ¿una cuestión de azar?... ¿algo con lo que uno tropieza, si tiene suerte? Sin duda, esta pregunta ha sido uno de los grandes temas que distintas disciplinas han tratado de responder y que, incluso, la medicina ha investigado desde sus bases biológicas.

Del amor se han dicho innumerables cosas: que es una inclinación del alma hacia un objeto o persona; que es una de las cosas más elementales y simples de la vida; que es un tipo de afecto que, se presume, es para toda la vida, exclusivo, incondicional y que implica un elevado grado de renuncia. Pero la verdad, es que es un sentimiento que tiene su raíz en la vida cotidiana y que nace de la relación entre seres humanos: es la forma primaria de comunicación.

El ser humano, al igual que los animales, ha tenido que encontrar los mecanismos evolutivos para perpetuar la especie como el enamoramiento, proceso bioquímico que se inicia en el cerebro y que tras la desbordante secreción de neurotransmisores, activa glándulas y respuestas fisiológicas a gran velocidad con la finalidad de que acabemos reproduciéndonos.

Recientemente, neurólogos estadounidenses han investigado sobre las bases biológicas de este fenómeno y concluyeron que muchas de nuestras emociones básicas provienen de la interacción de distintos circuitos del sistema nervioso, los que incidirían directamente en la forma de desenvolvernos.

Esta hipótesis se basa en que tanto las aves como los mamíferos han desarrollado tres sistemas de motivación-emoción en el cerebro para el acoplamiento, la reproducción y el emparejamiento. Cada uno de esos sistemas está asociado con una constelación específica de nervios y un repertorio conductual distinto que se manifestarían a través de la combinación de imágenes cerebrales, hormonas y el infaltable componente genético.

En los humanos hay cuatro pequeñas áreas del cerebro que, según investigadores, forman el circuito del amor: área tegmental ventral (ATV), núcleo Acumbes, pálido ventral y núcleo dorsal del rafe. El elemento clave sería el ATV que es un componente fundamental del sistema de recompensas del cerebro, que se ubica justo bajo el hipotálamo. Está compuesta por células que producen dopamina, que se distribuyen en las distintas regiones del cerebro.

En los últimos años, a través de estudios con resonancia magnética funcional, se observó que el amor tiene varias fases progresivas, cada una más compleja que la anterior, que cambian según se alojan diferentes sustancias en el cerebro.

En un principio la testosterona sería la encargada de llevar la atracción, pero no necesariamente de mantener el vínculo entre las parejas. Eso se da en la segunda fase, científicamente denominada la del “amor romántico”, donde la dopamina se encarga de adormecer los sentidos y no permite ver los defectos del otro.

Se descubrió que neurotransmisores como la dopamina y la serotonina estaban relacionados con las emociones románticas, así como las hormonas oxitocina o vasopresina tenían que ver con la fidelidad y las ganas de establecerse con alguien. El pálido ventral estaría asociado con el cariño y las hormonas que disminuyen el estrés, mientras que el núcleo del rafe sería el encargado de bombear serotonina, que estimula una sensación de calma.

El amor, entonces, respondería a reacciones químicas del cerebro tanto es así que este sentimiento sería tan adictivo como el tabaco o la cocaína. Desde la perspectiva biológica, el amor es una droga natural. “El amor romántico es una adicción muy bonita cuando las cosas marchan bien y horrible cuando van mal”, señaló la doctora Helen Fisher, una de las impulsoras de la investigación.

Generalmente, la fase de la atracción no dura eternamente, se estima un promedio de dos o tres años. Pero para permitir que los sentimientos establecidos en la etapa del amor romántico se mantengan dos sustancias juegan en nuestro cerebro: la oxitocina en las mujeres y la vasopresina en los hombres, que se mueven en el neocortex y hacen que el amor se vuelva más racional.

Así, se vive el amor desde sistemas más complejos de pensamientos en los que la relación no depende de otras cualidades. La oxitocina, que mantiene a las mujeres enamoradas, es la misma que segregan las madres cuando acaban de tener a sus hijos. "La oxitocina ayuda a forjar lazos permanentes tras la primera oleada de emoción. Ayuda a afianzar el vínculo entre una madre y su bebé, y se produce tanto durante un parto como en un orgasmo", señala la investigadora.

En términos generales, cuando la pareja se establece, se produce un acostumbramiento a la compañía del otro, cediendo la pasión espacio para otras manifestaciones tales como la ternura, el compañerismo, el afecto y la tolerancia. Se trata en efecto, de un amor más calmado.

Los descubrimientos de la doctora Fisher y su equipo revelan que el amor puede lograr un mejor funcionamiento del organismo, cambiar el estado de ánimo y percibir con mayor detalle el mundo que nos rodea y provocar así, una visión optimista del mismo. Por eso cuando una pareja se separa ocurre la misma situación que si a un adicto se le quita el estimulante, es decir, cae en depresión y sólo puede ser curada si en la vida de esa persona surge una motivación que supla esa ausencia.

Si bien el amor es distinto en cada persona, el impulso inicial del enamoramiento funciona igual en todos los sujetos. En el amor existe también un componente que surge de una parte que no es cognitiva, que es corazón. En principio casi todo es biológico, pero al final, es cerebral: del enamoramiento, supuestamente, se debe llegar al amor.