Depresión blanca: cuando el año pasa la cuenta
Charles Dickens escribió en 1843 unos de los relatos más notables de la historia de la literatura: Un cuento de Navidad, cuyo protagonista era un viejo hombre de corazón duro, egoísta y al que le disgustaba la Navidad, los niños o cualquier cosa que pareciera provocar felicidad.
Si bien Dickens escribió la obra a mediados del XIX, durante la Revolución Industrial, Ebenezer Scrooge, el protagonista de este relato, se ajusta también a un arquetipo moderno de persona que en estas fechas sale a relucir, sin quererlo, entre nosotros.
Diciembre –al igual que marzo- es el mes del año que, generalmente, suele asociarse con estrés. Cierre del año académico, graduaciones, matrículas, compras navideñas, la llegada del nuevo año, las celebraciones y la planificación de las vacaciones, son algunos de los temas que “copan la agenda” y que pueden provocar un cuadro de stress e incluso depresión.
Por eso, más que por egoístas, amargados o avaros, por enojones y pesados, en esta época de finales y balances algo de ese viejo personaje aflora desde lo más hondo de cada uno de nosotros. Tanto es así que, actualmente, existe una nueva denominación para describir a aquellas personas que arremeten contra compulsividad navideña y la sociedad de consumo.
Para la gran mayoría de las personas estas fiestas de fin de año son sinónimo de alegría y celebraciones; de reuniones familiares; de reencuentros; de fiestas con amigos; de momentos inolvidables y cariño. Pero para otros –como los miles de Scrooge que andan sueltos por ahí- representan tristeza y melancolía, ellos experimentan lo que los expertos han denominado depresión navideña”, depresión blanca o Christmas Blues.
Los balances emocionales del año que termina; las metas y objetivos logrados o no; los proyectos que cada uno hace para el próximo año; la añoranza de las personas que ya no están; y el enfrentarse a la alegría, casi obligatoria, que “se vende” en las vitrinas y anuncios provoca en un porcentaje importante de personas un trastorno adaptativo.
Este cuadro clínico se caracteriza por una reacción de desajuste que se puede presentar con síntomas emocionales o del comportamiento desarrollados en respuesta a uno o más estresores psicosociales identificables. La persona siente que sus capacidades están muy por debajo de lo normal y tiene la sensación permanente de andar como sobre demandados.
El origen de la depresión en Navidad se parece al que se presenta en fechas como el Día de la Madre, Día del Padre o el Día del Amor y la Amistad. Sin embargo, la Navidad se diferencia de las otras fechas en que representa un periodo de tiempo más largo, lleno de símbolos alusivos que están presentes en todas partes. La muerte de un ser querido, la distancia -física o emocional- entre los miembros de una familia, las expectativas insatisfechas, los problemas económicos, la soledad o, simplemente, los malos recuerdos, pueden resultar verdaderos obstáculos para disfrutar de estas fiestas.
Sin embargo, es importante distinguir entre una tristeza pasajera y una verdadera depresión, ya que ésta última está catalogada como una enfermedad que incapacita al individuo.
Cuando llega el fin de año, la gente tiende a hacer un balance, consciente o inconsciente, de los éxitos y fracasos obtenidos a lo largo de los últimos doce meses. Si los resultados de esta evaluación son negativos, es entonces cuando se hace latente el riesgo de deprimirse.
Además, es frecuente que la “depresión blanca” esté acompañada de un constante recuerdo del pasado, bajo la idea de que todo tiempo anterior fue mejor. Pasajes de la infancia en la calidez del hogar o momentos inolvidables en compañía de los seres más queridos salen a flote para ser comparados con el momento presente.
La baja autoestima también suele estar relacionada con este fenómeno. Al ser Navidad un tiempo de alegría, algunas personas se sienten culpables o no merecedoras de esa felicidad, por lo cual tienden a evadirlo dándole más relevancia a sus problemas. Mucha gente presenta un mayor grado de vulnerabilidad para caer en vicios como la drogadicción o el alcoholismo, e incluso consideran salidas extremas como el suicidio.
Para poder hacer frente a los cuadros de stress de fin de año, existen algunos tips fáciles de seguir. Entre ellos están el organizar adecuadamente el tiempo y los horarios; contar lo que sentimos y pensamos, compartir lo que nos pasa nos ayuda a ser concientes de nuestras emociones; aprender a decir que no, para no abarcar más de lo que realmente podemos cumplir; bajar el nivel de exigencia de cara a las fiestas navideñas; hacer actividad física de forma regular; mantener una dieta balanceada, rica en frutas y verduras; y horarios regulares de comida; limitar el consumo de cafeína, grasas y azúcares; evitar fumar y eliminar la ingesta de alcohol; evitar el uso de tranquilizantes; usar la voluntad para mantener una buena actitud ante la vida; intentar ser optimista, flexible y tolerante; y mantener expectativas realistas tanto de uno mismo como de los demás, ya que esperar demasiado puede conducir a frustración.
Si así como en el cuento de Dickens, se le aparecen los espíritus que representan su pasado, su presente y su futuro y lo obligan a enfrentarse a una realidad que no quiere ver, piense que nunca es tarde para cambiar el modo de ver la vida. Aproveche y prográmese para hacer algo a lo que siempre le tuvo miedo; elimine la palabra “imposible” o “me da lata” de su vocabulario; crea que los riesgos deben tomarse y los errores dejarse; respire hondo y comience a disfrutar la vida.
Navidad es mucho más que adornos, regalos, fiestas, luces y celebraciones, quiere decir nacimiento, vida y crecimiento. Es una excelente fecha para mirar a los ojos a con quienes convivimos, comprenderlos, perdonarlos y entregarle cariño a los que escogen el mismo camino que nosotros.
Laboratorios SAVAL le desea una muy Feliz Navidad y los mejores deseos para este nuevo año que se inicia.
