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24 Agosto 2009

Nuevas teorías sobre la muerte de Mozart

Wolfgang Amadeus Mozart ha sido considerado el máximo talento de la historia de la música. En pocas palabras fue un genio. Desde niño demostró un talento y habilidad fuera de lo común. Comenzó a tocar el piano a temprana edad, se inició en la composición a los 5 años y en tan sólo 35 años de vida creó más de 600 trabajos que incluyen óperas, música de cámara, piezas corales y conciertos para piano, violín y otros instrumentos que unen la esencia de lo bello y lo perfecto.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer cuarto del XIX transcurrió el esplendor de la ópera, centrado en su irrepetible figura. Llegó a la cima del ideal clásico, que nadie consiguió coronar con ese nivel de brillantez, ni antes ni después de él. Los grandes estudios han señalado que la música de Mozart fluye y seguirá fluyendo, desde la precaria y corta vida de un hombre inquieto y atolondrado.

Hace un par de semanas la Fundación Internacional Mozarteum anunció el descubrimiento de dos partituras que corresponden a obras para piano escritas por él. Se trata de un amplio movimiento de concierto y el fragmento de un preludio, que fueron creados por el genial músico cuando tenía entre siete y ocho años de edad.

Las composiciones forman parte de un conocido manuscrito del Libro de Música de Nannerl, que contiene las primeras composiciones del niño prodigio, por lo que se considera como el eslabón faltante para entender el desarrollo temprano del artista como compositor.

Los descubrimientos póstumos en torno a la figura de Mozart traspasan su genialidad artística. Así como su música ha perdurado desde hace más de dos siglos, también lo han hecho las suposiciones sobre lo que condujo a su muerte.

Se han especulado más de cien causas para la misma que incluyen tuberculosis, desnutrición, envenenamiento, hidropesía cardiaca, depresión psicótica, sífilis, enfermedad renal y fiebre reumática. También se dice que murió envenenado por el compositor italiano Antonio Salieri, su gran rival.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicine (Ann Intern Med. 2009; 151:274-278) entrega nuevas teorías sobre la muerte de Mozart en las que se postula que habría sucumbido a algo mucho más trivial: una infección bacteriana –posiblemente un estreptococo en la garganta- que derivó en insuficiencia renal.

Para llegar a los estreptococos como culpables de la muerte del genio, un equipo de investigadores de la Universidad de Ámsterdam encabezado por el doctor Richard H.C. Zegers analizó el registro necrológico vienés en el mismo periodo en el que falleció Mozart, entre noviembre de 1791 y enero de 1792 y compararon los datos con los mismos intervalos de los años anteriores (1790-1791 y 1792-1793).

De los adultos fallecidos en el plazo estudiado, 3.442 eran hombres y 1.569 mujeres. La principal causa fue la tuberculosis y sus enfermedades relacionadas. En segundo lugar se encontraban los finados por caquexia y malnutrición; y en tercero, por edema.

Los datos aportados por testigos y familiares señalaban que a partir del mes de octubre de 1791, y luego de estrenar La Clemenza di Tito en Praga, la salud del músico era débil. “Se siente fatigado, sin apetito y algo hinchado”. Pocos días después de haber dirigido, el 18 de noviembre de 1791, la Pequeña Cantata de los Francmasones, con motivo de la inauguración de un nuevo templo de esa asociación, tuvo que acostarse con fiebre, con los pies y manos inmovilizados y con mucho dolor. Además, durante toda su vida fue acosado por ataques de fiebre reumática, que en ese entonces le resultaban insoportables.

Mozart sufrió un cuadro vascular cerebral agudo con pérdida de conocimiento. Obsesionado por el encargo del conde Franz von Walsegg-Stuppach del Réquiem en honor a su esposa que acababa de morir compuso sin descanso alguno. Paralelamente, ensayó con sus amigos el Miserere hasta que cayó en coma.

Las conclusiones del equipo holandés señalan “la posibilidad de que la enfermedad final y la muerte de Mozart se haya debido a una infección con estreptococos, que condujo a un síndrome nefrítico agudo, causado por la glomerulonefritis post estreptococal”.

Para los investigadores Mozart fue víctima de una epidemia de inflamación infecciosa de garganta que contrajeron muchos ciudadanos de la ciudad el mismo mes de la muerte del compositor. Esta epidemia menor posiblemente comenzó en el hospital militar de la ciudad. De este modo, el compositor cayó enfermo con una “fiebre inflamatoria”, lo que coincide con una inflamación de garganta.

El doctor Zegers señaló que igual que en estudios anteriores, se tuvieron en cuenta “todos los signos y los síntomas, pero nosotros también hemos estudiado los más lógicos factores adicionales: las causas más comunes de muerte de la población de Viena en tiempos de Mozart”. De acuerdo a “nuestro estudio, el edema fue la única enfermedad que variaba con respecto a otros años, lo que confirmaría nuestra hipótesis de muerte”.

Además, la sintomatología asociada –náuseas, dolor de espalda, eritema- es compatible con la infección bacteriana, que puede causar afecciones cutáneas, fiebre reumática e infecciones renales que provocan retención de líquidos y edemas.

A pesar de su temprana partida, el compositor austriaco dejó una enorme y variada producción musical que, a lo mejor sin proponérselo, posee una tremenda influencia sobre el comportamiento humano: activa la corteza auditiva y zonas asociadas con la emoción y también las áreas del cerebro vinculadas con la coordinación motora fina, la visión y los procesos superiores del pensamiento, lo que proporciona mayor desarrollo intelectual y creativo. Esto es lo que algunos experto han llamado el efecto Mozart.