Conin-Credes: la compleja realidad de la desnutrición secundaria
La infancia es una etapa muy importante en el proceso evolutivo del hombre. Es allí cuando una adecuada nutrición resulta fundamental para el crecimiento físico y el desarrollo cognitivo de los seres humanos. Pero este requerimiento no siempre es satisfecho en su totalidad, dado que los niveles nutricionales de las personas están condicionados por factores fijos, como el potencial genético del individuo, y dinámicos, como el nivel económico y sociocultural, aspectos que pueden afectarlo favorable o desfavorablemente.
Cuando se quiebra este equilibrio entre los factores condicionantes, aparece la patología conocida como desnutrición infantil. En la mayoría de los casos, la enfermedad está relacionada con pobreza extrema, alcoholismo de los padres, cesantía y escaso saneamiento ambiental. Éstos, entre muchos otros aspectos, hacen que un niño no logre un normal crecimiento y desarrollo, ya que sus familiares tienen escasas herramientas para satisfacer sus necesidades básicas.
Este tipo de desnutrición, aquella provocada por la falta de ingesta alimenticia, es conocida como primaria y, en definitiva, es resultado del subdesarrollo. Gracias a una fuerte campaña que se inició en la década del ’60, Chile posee hoy una de las tasas de desnutrición infantil más bajas de Latinoamérica y hace más de 20 años que no se registran casos de muertes por inanición en este segmento etareo.

Según estadísticas del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA), en 1960 cerca de un 70 por ciento de los niños menores de seis años, tenía algún grado de desnutrición y muchos de ellos presentaban un alto riesgo de muerte. Ello contribuía a que el país tuviera una de las tasas de mortalidad infantil más altas de América Latina: 180 por cada 1.000. Es decir que un 40 por ciento de los menores fallecía antes de cumplir los seis años.
El panorama resultaba aún más devastador, pues un importante porcentaje de los pequeños que lograban sobrevivir, sufría algún grado de daño intelectual producto de la falta de nutrientes, lo que les significaba dificultad para insertarse de buena forma en el sistema escolar. De hecho, a mediados del siglo XX, de cada 100 niños que entraban a la educación básica solo 10 lograban terminarla.
Esta realidad generó diversas iniciativas del Estado y de organismos no gubernamentales, que en las últimas cuatro décadas lograron cambiar radicalmente la situación. Hoy, menos de un cinco por ciento de los niños menores de seis años presentan cuadros de desnutrición primaria y la mortalidad infantil en Chile es de 10 por cada mil. A esto se suma que el 100 por ciento de los niños que ingresan al sistema escolar termina la educación básica y un 70 por ciento finaliza la educación media.
Si bien estas iniciativas lograron mejorar las expectativas de vida de un número importante de personas y reducir en forma considerable la cantidad de menores que actualmente presentan la patología en su expresión primaria, la desnutrición secundaria -asociada con enfermedades, malformaciones, maltrato y abandono- ha ido incrementando su importancia tanto en Chile como en muchos países con tasas de mortalidad infantil inferiores a 20 por 1000.
Buscando soluciones
Los lactantes entre 0 y 2 años constituyen el grupo humano con más alto riesgo de sufrir algún tipo de desnutrición, pero a la vez son quienes tienen mayores posibilidades de recuperarse y, luego de superar la fase crítica en términos nutricionales, tener una vida absolutamente normal.

De acuerdo a cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en Chile un cinco por ciento de los niños menores de seis años sufre de algún grado de desnutrición primara, la mayoría de los casos son leves y se concentran principalmente en zonas rurales y bolsones de pobreza. En tanto, un 0,15 por ciento (en el mismo tramo de edad) padece desnutrición secundaria, la que en general se manifiesta en menores que no pueden ser nutridos en forma normal debido a que presentan secuelas por malformaciones congénitas, reflujo gastroesofágico, retraso mental u otras patologías, o bien, porque son víctimas de violencia y/o abandono, todo lo cual hace que requieran de un complejo y costoso tratamiento.
En esta segunda realidad es donde actualmente centra sus esfuerzos la Corporación para la Nutrición Infantil (CONIN), a través de su Centro de Recuperación de Desnutridos Secundarios (Credes).
El mayor desafío del organismo, está dado por la complejidad de las patologías de base que provocan la desnutrición secundaria en lactantes y los escasos recursos que existen para enfrentar el diagnóstico. De hecho, la mayoría de los hospitales públicos no cuenta con equipos ni personal capacitado para abordar adecuadamente estos casos, que requieren exámenes sofisticados y tratamientos nutricionales específicos para cada menor.
La labor del organismo
CONIN nació en 1975 para hacer frente a la grave situación nutricional que afectaba a buena parte de los niños chilenos, logrando recuperar a 75.000 menores durante estos 28 años. Con ello, la mortalidad infantil bajó en forma dramática, incluso mas allá de lo que correspondía a la realidad económica del país.

En la actualidad, el organismo cuenta con 1.600 camas para lactantes, distribuidas en 17 centros a lo largo de todo Chile, lo que constituye más del doble de la capacidad de todos los hospitales para este segmento etareo.
Gracias al soporte profesional y humano que lo avala, CONIN logra atender eficientemente a un alto porcentaje de los lactantes que presentan la enfermedad en su variante primaria. Sin embargo, según los directivos de la institución, la variante secundaria de este problema ha ido creciendo en forma progresiva.
Así como anteriormente los factores predominantes que influían en la aparición de la enfermedad estaban relacionados con aspectos económicos, hoy los casos más complejos tienen su origen en causas sociales. A mediados de los años ’60 la desnutrición secundaria también estaba presente, pero no era diagnosticada con precisión pues muchas veces se confundía con la variante primaria.
Luego de la casi completa erradicación de este problema, los especialistas del área han abocado sus esfuerzos a combatir la enfermedad que tiene sus orígenes en aspectos genéticos, metabólicos y de violencia o abandono. El tratamiento de esta patología requiere de una infraestructura especial y medidas que respondan a las necesidades individuales de cada menor que es diagnosticado.
Cuando un niño desnutrido ingresa a alguno de los Centros Hospitalarios Cerrados de Recuperación Nutricional de CONIN, es atendido por un equipo interdisciplinario de profesionales especializados en el tema, el cual está compuesto por médico, nutricionista, kinesiólogo, asistente social, enfermera universitaria, educadora de párvulos y auxiliares especializadas, los que a través de un sistema de turnos, aseguran la atención del menor durante las 24 horas del día, los 365 días del año.

Los niños permanecen internos en estos lugares entre 90 y 360 días hasta su total mejoría, volviendo posteriormente a sus hogares. Si el diagnóstico es desnutrición secundaria, los lactantes son derivados hasta un Centro de Recuperación de Desnutridos Secundarios (CREDES), los que están ubicados en las comunas de Vitacura y Providencia, en Santiago.
El doctor Sergio Jarpa Yánez, director de CREDES-CONIN, explica que al igual que el procedimiento que existe en el resto de la institución, en el período en que los niños están internados en el Centro de Recuperación de Desnutridos Secundarios, se mantiene el lazo afectivo con los padres, “entendiéndose que el cariño es el elemento básico para su rehabilitación total”.
En ausencia de los progenitores, el grupo de voluntarias de CONIN, suple esta necesidad con un alto sentido vocacional. Al mismo tiempo, el equipo de salud de cada centro toma contacto directo con los familiares del niño, analizando las causas que han producido su patología. Sobre la base de ese estudio se organizan acciones hacia la familia, guiándola y ayudándola a conseguir los medios para mejorar sus condiciones tanto medioambientales como legales.
El Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA), a través de los médicos pediatras del Área de Nutrición Clínica y Humana, asesora en el manejo de algunas subespecialidades al equipo profesional de CONIN-CREDES. En conjunto se ha implementado un programa docente para médicos en formación en pediatría y médicos generales interesados en el tema. Además, los Centros de Recuperación de Desnutridos Secundarios cuentan con una rotativa de médicos becados de la Pontificia Universidad Católica y de la Universidad de Chile.
De acuerdo a lo señalado por el doctor Jarpa, la patología es detectada con mayor frecuencia a los cinco meses de edad, plazo en el cual ocurre el “destete” de los menores, situación que respalda lo importante que es prolongar al máximo la lactancia materna. El médico agrega además que un diagnóstico oportuno y certero es fundamental para planificar estrategias de tratamiento y de prevención primaria. Por ello, el profesional explica que resulta necesario educar a los padres acerca de los signos que se manifiestan en el cuerpo de un niño desnutrido, adiestrándolos en el reconocimiento de ellos a nivel de tórax, estómago y extremidades inferiores.
