En Temuco
Tango con sabor a sur
Más allá de ser reconocido como una danza y una música cantable, el tango contiene un lenguaje particular, costumbres determinadas y hasta una filosofía característica que identifica a la gente que lo practica. Un grupo de médicos del Hospital de Temuco ha compartido por años esta pasión, reuniéndose con el único propósito de practicar y aprender más de este arte, en un ambiente de informal camaradería.
El grupo está compuesto por el oftalmólogo Sergio Echeverría y su señora, la cirujano infantil Karin Bauer; el pediatra César Gutiérrez y mujer, la tecnólogo médico Paquita Muñoz; el ginecólogo obstetra Patricio Echeverría y su señora, la matrona Sonia Sepúlveda; el otorrinolaringólogo Juan Reyes y su mujer, la anestesióloga Rebeca Salgado y el pediatra Marcos Muñoz y su señora, la asistente social María Elena Peso.
Todos ellos se inscribieron al mismo tiempo en un curso de tango y hasta hoy se reúnen periódicamente para bailar, enseñar y aprender; ya sea en restaurantes que les faciliten un espacio adecuado o en sus propias casas.
Tuvimos la oportunidad de compartir con estos amantes del tango una velada llena de alegría, donde observamos su perseverancia y dedicación. Entendimos entonces que, más allá de un mero pasatiempo, para este grupo de médicos el tango es un oficio del alma, o cómo diría el maestro de guitarra Andrés Segovia una “música misteriosa y poesía de excepción”.
Al ritmo del bandoneón
Él la toma por la cintura, se miran a los ojos y comienzan a bailar. Los presentes paran sus conversaciones, estiran el cuello, aguzan la vista y el asombro es inminente ante el ritmo y las piruetas de los danzantes. Así es el tango y difícil resulta quedar indiferente ante él.
Para este grupo de médicos temuquenses el interés en el tema va más allá de la admiración. Verlos bailar y escucharlos referirse a su pasión, es contagiarse de una energía que brota en cada gesto, en cada paso y en cada palabra dedicada al orgullo que significa para ellos el tango. Siempre en el camino de la perfección.
Distintas motivaciones los llevaron a acercarse a este baile. En el caso de la doctora Karin Bauer, por ejemplo, el interés surgió cuando era pequeña y escuchaba a su abuela cantar, lo mismo le sucedía al doctor César Gutiérrez al presenciar las interpretaciones de su padre. Pero más allá de las razones personales lo que los une “es un lenguaje que no se ve ni se escucha, sólo se siente; porque el tango es sentimiento”, explica Paquita Muñoz.
Así como para el doctor Gutiérrez esta es una “música, danza, poesía”, el doctor Patricio Echeverría cree que “es una expresión de arte, porque requiere la mezcla perfecta de una serie de elementos como destreza, habilidad, técnica, estudio, práctica, coordinación, excelencia en la ejecución y talento”. Sergio Echeverría, en tanto, considera que el tango “permite una comunicación personal muy rica y llena de sentimientos. Se comparte mucho como pareja, como matrimonio. Es una búsqueda permanente de crecimiento de a dos”. Su mujer, la doctora Karin Bauer, explica que a ella le gusta “porque es algo bonito, sin pretensiones del tipo yo se más que tú, sino que al revés, yo aprendí esto y te lo enseño”.
La pediatra Myriam Betancourt y Roberto Reveco, su esposo, comenzaron a bailar en forma independiente del resto del grupo, pero comparten su pasión por el tango y coinciden en que es un pasatiempo que enriquece el matrimonio. “Esta es una música maravillosa, que invita a crear en pareja una coreografía en la que se vuelcan los sentimientos más profundos, donde la sincronía de sensaciones y emociones se hace visible en un desplazamiento elegante, armonioso, sensual, único e irrepetible”, opina la profesional.
Del grupo, sin lugar a dudas, los bailarines más avezados son César Gutiérrez y Paquita Muñoz. Ella reconoce que cuando asistió a las primeras clases lo tomó como un curso más, “aunque desde pequeña, cuando escuchaba esta música, siempre me imagine bailándola”. Su marido recuerda que tras las primeras lecciones, “practicaba los pasos entre una cuna y otra, durante la visita al Servicio de Neonatología del hospital”.
Desde entonces, los logros que han alcanzado son sorprendentes: además de exhibiciones en actos de beneficencia y en el Colegio Médico, los Gutiérrez participaron como pareja de bailarines estables de la ya extinta Orquesta de Tango de Temuco, lo que les permitió mostrar su técnica en lugares tan diversos como multitiendas, restaurantes y hoteles de la ciudad. Asimismo tuvieron la posibilidad de viajar con su baile a Angol, Concepción, Los Lagos, Osorno, Purén, Termas de Puyehue y Coyhaique, recibiendo siempre aplausos y elogios de los asistentes.
En cierta ocasión, junto a Patricio Echeverría y Sonia Sepúlveda, la pareja viajó a Buenos Aires con el único propósito de recorrer los barrios porteños, conocer lugares mencionados en las letras de los tangos, ver espectáculos, conocer el arrabal y, por sobre todo, bailar en la calle.
“Fue allí -cuenta Sonia- mientras mirábamos la vitrina de un local de zapatos especiales para bailar, que el dueño al percatarse de que éramos chilenos nos invitó a pasar. ¡Pero Chile baila tango, pase, pase Chile!, exclamaba. Finalmente entramos, todos nos probamos zapatos y conversamos. De pronto, buscando un par que hiciese juego con mi ropa le digo ¿no tiene café?, ¿negros?, me preguntó, y yo le respondí, podría ser. Acto seguido, alza una mano y solicita a voz en cuello: ¡Cuatro cafés negros para los señores!, pronto apareció un vendedor con las consiguientes tazas de café. Sólo entonces recordamos que allá al color café se le dice marrón”.
Perfección ante todo
El afán de perfeccionarse es para los Gutiérrez una motivación poderosa. Tanto así que realizaron un segundo viaje a la capital argentina, pero esta vez exclusivamente para tomar clases de baile en el Centro de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires. Esta determinación y energía los llevó a ganar en el año 2001 el Concurso de Tango de Temuco, en la categoría “Fantasía e improvisado”, y segundo lugar en “Tango de salón”. “Con eso yo estaba conforme -dice el médico- porque era lo que nos habían enseñado los profesores, es decir, a hacer pasos y figuras”.
Pero su perseverancia los llevó aún más lejos. El año 2002, además de ganar en esas categorías, obtuvieron el primer lugar en “Tango de piso”, también conocido como “Tango de caminado”. Para Paquita Muñoz el reconocimiento fue todo un éxito “porque esta técnica requiere caminar el tango, que es lo más difícil. Es algo que ni siquiera se ve, porque se siente desde adentro, no es de memoria como los ganchos o pasos típicos. Para mí, ese fue realmente el mejor momento”.
Los miembros del grupo no sólo han recibido reconocimientos formales, pues cuando tienen la oportunidad de bailar en alguna fiesta o reunión de amigos, todas las parejas han obtenido aplausos y comentarios elogiosos. El doctor Marcos Muñoz cuenta que junto a su esposa recibieron una verdadera ovación en un concurrido restaurante de Arica donde, por la elegancia de la ejecución, los asistentes creyeron que se trataba de una pareja de bailarines argentinos contratados por el establecimiento.
Paquita Muñoz explica que “el tango no es sólo moverse de allá para acá, es un lenguaje del alma, donde se genera una energía que hay que percibir, pues deben intuirse los movimientos que vienen”. El doctor Gutiérrez coincide con su mujer: “haces los pasos, los puedes completar o no, los cortas, te devuelves, giras para un lado o hacia el otro, haces distintas cosas, es un baile muy flexible”.
Una opinión que todos los miembros del grupo comparten, es que el tango permite destacar la individualidad de los bailarines. “Cada pareja lo siente distinto, transmite emociones diferentes, lo baila de un modo particular y eso va más allá de la técnica”, señala el doctor Patricio Echeverría. La doctora Bauer dice que al principio puede haber problemas de entendimiento, “dificultades con las señales de guía, pero al igual que en la vida el tiempo va otorgando la experiencia necesaria y al final se encuentra la armonía perfecta. A nosotros, por ejemplo, nos gustan los movimientos más lentos, más amplios, más sensuales, más de pareja”, confiesa.
Entre las constantes repeticiones de un paso aún no perfecto, aplausos y risas, Paquita Muñoz aclara que “el tango es para disfrutar, no es un desafío, por eso al saber bailar se hace fácil, sin tener que esforzarse por lograr las figuras”.
Según una teoría personal del doctor Patricio Echeverría, existen cuatro etapas para aprender tango: “primero se conoce la técnica, donde se aprende con la pareja a hacer los pasos, después viene la coordinación, donde se acomoda la técnica a la forma personal de bailar, luego se aprende a conectar un paso con otro para que no se note un corte y, por último, está la expresión, donde uno se libera de la racionalidad de la técnica y se la usa en forma emocional. Este es el momento más difícil y que sólo es logrado por parejas que llevan años bailando juntos”.
Mientras se les escucha expresar lo que es el tango para todos y cada uno de ellos, cuando explican pasos, comentan los orígenes del baile, opinan de Pugliese, Sexteto Mayor y Susana Rinaldi, comparan versiones de Gardel, Sosa, Rivero y tantos otros, orgullosos unos muestran y atentos otros aprenden, se desplazan sobre el piso haciendo intrincados y vistosos movimientos, la sensualidad, el arte y la poesía brotan incansables de la música y se percibe claramente la fuerza mágica y verdadera que los une y crea una atmósfera que atrapa. Resulta difícil desprenderse de todo esto, de la pasión que hace que las horas vuelen, del ritmo del tango.
