Trastornos que distorsionan la imagen corporal
Afecciones que alteran la forma en que una persona se percibe frente al espejo generan ansiedad, aislamiento y un profundo impacto en la vida emocional, social y laboral.
No verse reflejado tal como uno es, percibir defectos exagerados o inexistentes y sentir que la propia imagen resulta ajena son experiencias habituales en quienes viven con Trastorno Dismórfico Corporal (TDC). Esta condición psicológica modifica de manera persistente la percepción del cuerpo, provocando un malestar que va mucho más allá de una preocupación estética y que interfiere significativamente en la vida cotidiana.
La psicóloga Carmen Aguilera, docente de la carrera de psicología de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), explica que el TDC implica una alteración profunda de la autoimagen. "No se trata de una inseguridad pasajera, sino de un trastorno que lleva a las personas a centrarse obsesivamente en supuestos defectos que los demás no perciben, generando ansiedad constante y limitando su funcionamiento social, familiar y laboral", señala.
Las personas con TDC suelen fijar su atención en partes específicas del cuerpo —como la piel, el cabello, la nariz o la contextura física—, perdiendo la percepción global de sí mismas. Un detalle mínimo puede convertirse en un foco de angustia permanente, alimentando un círculo de autocrítica, insatisfacción y baja autoestima que puede derivar en trastornos ansiosos o depresivos.
"Existe una brecha entre la imagen real del cuerpo y la imagen que construye la mente. Cada rasgo se interpreta como un defecto grave, lo que genera angustia sostenida, retraimiento social y dificultades para mantener vínculos afectivos y laborales estables", agrega Aguilera.
La rutina diaria de quienes padecen TDC suele estar marcada por conductas repetitivas. Mirarse constantemente al espejo, cambiarse de ropa varias veces antes de salir o buscar validación continua en otros son comportamientos frecuentes. Al mismo tiempo, muchas personas evitan exponerse en espacios públicos, fotografías, cámaras o redes sociales, como una forma de reducir la ansiedad que les provoca su imagen corporal.
Este patrón de evitación refuerza el aislamiento y profundiza la sensación de insuficiencia, afectando el desempeño académico y laboral. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos asociados a la distorsión de la imagen corporal pueden tener consecuencias graves para la salud mental, aumentando el riesgo de depresión, ansiedad y conductas autolesivas, por lo que constituyen un desafío relevante de salud pública.
El entorno digital actúa como un amplificador de esta problemática. La exposición constante a cuerpos idealizados y a imágenes retocadas refuerza estándares irreales de belleza, intensificando la comparación y la autocrítica. Para las personas con TDC, este bombardeo visual puede exacerbar los síntomas y profundizar la percepción de inadecuación.
Desde la Fundación Internacional de Salud Mental del Reino Unido advierten que las plataformas digitales pueden intensificar el malestar al presentar modelos corporales poco realistas. "La comparación permanente con imágenes irreales fortalece la creencia de que el propio cuerpo es inaceptable, aumentando la ansiedad y afectando seriamente la autoestima y el bienestar emocional", señalan.
"El abordaje del TDC debe ser integral, combinando terapia cognitivo-conductual, educación emocional y acompañamiento profesional continuo. Reconocer la distorsión de la autoimagen es clave para reducir la ansiedad y recuperar la funcionalidad social", explica Aguilera.
La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser una de las herramientas más eficaces, ya que permite identificar pensamientos distorsionados y desarrollar estrategias para disminuir la obsesión por la apariencia. A ello se suma la importancia del apoyo familiar, la intervención temprana y la educación sobre el trastorno.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) coincide en que el acompañamiento sostenido es fundamental. "La intervención profesional temprana permite reducir conductas obsesivas, mejorar la percepción corporal y restaurar la confianza en los ámbitos social, académico y laboral", advierte el organismo.
Aunque superar el TDC no es un proceso inmediato, sí es posible. Comprender que el problema no reside en el cuerpo, sino en la forma en que la mente lo interpreta, es un paso esencial para romper el ciclo de obsesión y sufrimiento. Con apoyo terapéutico y redes de contención, las personas pueden reconstruir una relación más saludable con su imagen y mejorar de manera significativa su calidad de vida.