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13 Mayo 2025

Salud mental con raíces en la comunidad

América Latina avanza hacia modelos de salud mental más inclusivos, creativos y culturales, donde las personas dejan de ser pasivos y se convierten en protagonistas activos del bienestar colectivo.

La atención en salud mental está viviendo una transformación profunda en América Latina. Lejos de limitarse al enfoque biomédico tradicional, cada vez más servicios están adoptando estrategias que integran el arte, la cultura y la participación comunitaria como herramientas clave para la prevención, el tratamiento y la recuperación emocional.

"Este modelo propone involucrar activamente a usuarios, profesionales y comunidades en el diseño y evaluación de los servicios", explica Lita Domínguez, directora de la carrera de diseño gráfico y producción crossmedia en la Universidad Franz Tamayo. La clave, precisó, está en democratizar el proceso.

"Incorporar expresiones como el arte, el teatro, la narrativa o la tecnología interactiva promueve el diálogo y la innovación. Son elementos esenciales para servicios eficaces y sostenibles". Según la facultativa, estos enfoques permiten avanzar hacia una atención más equitativa, inclusiva y empoderadora.

Un ejemplo concreto de esta visión se vivió en Santa Cruz, durante un simposio internacional sobre salud mental comunitaria, que reunió a académicos e investigadores de Bolivia, Colombia, Guatemala y el Reino Unido. El evento fue parte de un proyecto sobre enfermedades no transmisibles liderado por la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, la Universidad Rafael Landívar de Guatemala, Unifranz y la Queen Mary University de Londres, con el apoyo del Instituto Nacional para la Investigación en Salud y Atención del Reino Unido (NIHR).

Allí se discutieron experiencias que incorporan saberes indígenas, prácticas ancestrales, herramientas participativas y miradas interculturales que han mostrado resultados positivos en distintos territorios. Mauricio Baspineiro, diseñador gráfico formado en Unifranz e investigador del NIHR, sostiene que este modelo impulsa una transformación clave: "Los usuarios no deben ser receptores pasivos, sino actores activos en el diseño de soluciones adaptadas a sus realidades emocionales, culturales y sociales".

Para Baspineiro, la comunidad no es solo el escenario de la intervención, sino un agente fundamental del cambio. "El enfoque comunitario sitúa la atención en el lugar donde las personas viven, reconoce sus prácticas de cuidado y fortalece sus redes de apoyo", indica.

Esta visión se vuelve especialmente relevante en contextos rurales o vulnerables. Patricia Cabaleiro, docente de la carrera de Medicina en Unifranz, subraya que la participación activa estimula la creatividad, la autonomía y el compromiso de las personas con su propio proceso de sanación, fortaleciendo también a la comunidad”.

En Bolivia, estas ideas ya se traducen en acciones concretas. Desde clubes de apoyo inspirados en el modelo Clubhouse hasta círculos de palabra en comunidades indígenas y programas escolares de salud emocional, las experiencias muestran que integrar lo cultural y lo colectivo produce cambios reales. También en la investigación, el arte se vuelve herramienta: mediante la fotografía participativa y el mapeo cultural, se han identificado prácticas locales que promueven el bienestar.

"Cuando se involucra a la comunidad desde el inicio, se fortalece el sentido de apropiación de los resultados y se genera confianza en el proceso", afirma Baspineiro. Estas metodologías permiten generar datos más profundos y adaptados, al tiempo que reducen el estigma y mejoran la implementación de las políticas.