Riesgos fisiológicos y neurológicos del vapeo en adolescentes
A pesar de su apariencia inofensiva, los cigarrillos electrónicos se han convertido en una seria amenaza para la salud. Expertos advierten sobre sus efectos nocivos, desde daños pulmonares hasta trastornos psicológicos.
En los últimos años, el uso de vapeadores ha crecido de forma alarmante entre los jóvenes, impulsado por su diseño llamativo, sabores frutales y campañas que los presentan como una alternativa segura al cigarrillo tradicional. Sin embargo, detrás del vapor aromatizado, se ocultan graves riesgos para la salud física y mental.
"Comparado con el cigarro, el vape no es cancerígeno, pero tampoco es inocuo. Deja residuos grasos en los pulmones, generando cuadros como la neumonía oleosa", señala Gabriel Mendoza, académico de Medicina en la Universidad Franz Tamayo (Unifranz). El docente advierte que muchos de estos productos no están regulados y se comercializan incluso con fecha de vencimiento pasada, lo que agrava su peligrosidad.
Los vapeadores calientan un líquido que contiene nicotina, saborizantes y otras sustancias químicas para generar un aerosol que los usuarios inhalan. Aunque se confunde con vapor, este contiene compuestos tóxicos como formaldehído, acroleína y metales pesados, capaces de inflamar los pulmones y favorecer enfermedades respiratorias crónicas como la bronquitis o el asma.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han emitido alertas sobre los efectos adversos del vapeo. Uno de los casos más graves es el EVALI (lesión pulmonar asociada al uso de cigarrillos electrónicos), detectado en 2019, que ha cobrado decenas de vidas y miles de hospitalizaciones, principalmente en Estados Unidos.
Más allá del daño pulmonar, la exposición temprana a la nicotina puede alterar el desarrollo cerebral, que continúa hasta los 25 años, afectando la concentración, la memoria y aumentando el riesgo de desarrollar otras adicciones. "Estos dispositivos baratos y sin control contienen químicos nocivos que se acumulan en el cuerpo. El problema es que no existe una regulación clara, lo que los vuelve aún más peligrosos", insiste Mendoza.
Un metaanálisis publicado en JAMA Pediatrics mostró que los adolescentes que vapean tienen hasta tres veces más posibilidades de comenzar a fumar cigarrillos tradicionales. A esto se suma el atractivo de los sabores dulces y el marketing dirigido a ellos, como señala la FDA, que en 2022 reportó que el 85% de los adolescentes que vapean prefieren productos saborizados.
El impacto emocional también es considerable. Según un estudio de Nicotine & Tobacco Research, el uso de vapeadores se asocia con mayores niveles de ansiedad y depresión entre adolescentes, impulsados por la adicción y la presión social.
Aunque algunos adultos usan estos dispositivos como una estrategia para dejar de fumar, en adolescentes el resultado suele ser el opuesto: en lugar de alejarse del tabaco, muchos terminan enganchados, iniciándose en un consumo que podría marcar su salud de por vida.
"A los jóvenes hay que recordarles que ningún dispositivo los hace más interesantes. No hay nada cool en dañar tus pulmones y depender de una sustancia adictiva", advierte el docente de Unifranz. El llamado es claro: la prevención, regulación y educación son claves para evitar que el vapeo se convierta en una epidemia silenciosa.
