Impacto del celular antes de los 5 años
El uso temprano de pantallas puede afectar el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Especialistas recomiendan limitar la exposición y priorizar la interacción real con el entorno.
Cada vez más niños menores de cinco años utilizan celulares como parte de su rutina diaria. Aunque a primera vista parezca una solución práctica para entretenerlos, expertos advierten sobre los efectos perjudiciales que esto puede tener en su desarrollo integral.
Durante los primeros años de vida, el cerebro está en una etapa clave de formación. "El contacto excesivo con pantallas interrumpe aprendizajes esenciales que solo se adquieren a través del vínculo humano", explica Cristofer Ortiz Flores, psicólogo y docente universitario de Unifranz. Según el especialista, su uso temprano puede interferir con el desarrollo del lenguaje, atención, habilidades motrices e interacción social.
Lejos de ser una herramienta inofensiva, el celular puede generar una dependencia precoz. Ortiz advierte que es común observar niños que reaccionan con llanto, irritabilidad o aislamiento cuando se les retira el dispositivo. "Se acostumbran al ritmo acelerado de la pantalla y luego no toleran contextos más lentos o menos estimulantes, como una conversación o un juego manual", sostiene.
Las consecuencias no son solo conductuales. Organismos como la OMS, Unicef y la Academia Americana de Pediatría han establecido directrices claras para evitar impactos negativos: evitar el uso de pantallas en menores de 2 años, limitar el tiempo de exposición a una hora diaria entre los 2 y 5 años, y siempre con supervisión adulta.
"La mayoría de los padres no lo hace con mala intención. Buscan un momento de calma. Pero hay formas más sanas de lograrlo: con juegos, lectura o simplemente estando presentes", añade Ortiz.
Además del desarrollo cognitivo, el uso prolongado afecta el sueño, interrumpe la posibilidad de realizar actividad física y puede provocar dificultades para regular emociones como la frustración o tristeza. Por eso, los expertos coinciden en que la tecnología no debe reemplazar el contacto humano, sino complementarlo de forma equilibrada.
"El problema no es la pantalla en sí, sino cómo se usa. Si el niño está solo mirando videos, la experiencia es pasiva. Pero si un adulto lo acompaña y conversa con él sobre lo que ve, puede convertirse en una oportunidad de aprendizaje", señala Unicef en sus campañas de crianza digital.
