https://www.savalnet.bo/mundo-medico/entrevistas/las-guias-de-cardiologia-europeas-son-mas-funcionales-y-alcanzables-para-bolivia.html
14 Julio 2025

Dr. Víctor Hugo Barrientos:

“Las guías de cardiología europeas son más funcionales y alcanzables para Bolivia”

Los criterios de diagnóstico, tratamiento y metas terapéuticas para la hipertensión arterial varían significativamente entre Europa y América. Su aplicación dentro de la región plantea desafíos clínicos, sociales y estructurales.

La hipertensión arterial (HTA) continúa siendo uno de los principales factores de riesgo cardiovascular a nivel mundial. Su adecuado diagnóstico y tratamiento son claves para reducir la morbimortalidad asociada a enfermedades como el infarto de miocardio o el accidente cerebrovascular

En este contexto, las dos principales referencias internacionales para el abordaje de esta patología: las guías del American College of Cardiology y de la Sociedad Europea de Cardiología, presentan enfoques distintos en cuanto a umbrales diagnósticos, metas terapéuticas y recomendaciones farmacológicas. 

Desde la mirada del cardiólogo boliviano Víctor Hugo Barrientos, "para los médicos en América Latina conocer estas diferencias y adaptarlas a la realidad local es fundamental para una atención más eficaz".

- ¿Cuáles son las principales diferencias entre ambas guías frente al diagnóstico de la HTA?

Las americanas definen que hay hipertensión cuando la presión es igual o superior a 130/80 mmHg. En cambio, las europeas son más flexibles: el punto de corte es 140/90 mmHg. Esto hace que, según el criterio estadounidense, haya una mayor proporción de pacientes diagnosticados, lo que permite detectar casos de forma más precoz. 

Por lo demás, en Europa ya no se habla de "normotensión", sino de presión arterial normal, y distinguen entre elevada e hipertensión grado 1 o 2. Son enfoques conceptuales distintos que influyen directamente en la toma de decisiones clínicas.

- ¿Qué ventajas y riesgos conlleva el enfoque más estricto de las guías americanas?

El estadounidense permite identificar pacientes en etapas más tempranas, lo cual ayuda a prevenir eventos cardiovasculares mayores. Sin embargo, también puede llevar al sobrediagnóstico y a una mayor exposición a fármacos, especialmente en poblaciones como los adultos mayores, en quienes la polifarmacia y los efectos adversos no son menores. Hay un riesgo de hipotensión ortostática, caídas y menor calidad de vida. Por eso, aunque el modelo americano tiene un valor preventivo indiscutible, su implementación requiere una infraestructura sanitaria robusta y un seguimiento estrecho.

- ¿Cuál de los dos modelos considera más aplicable en países latinoamericanos como Bolivia?

Por razones prácticas, creo que en nuestros países es más razonable adoptar el modelo europeo. Bolivia, por ejemplo, tiene serias limitaciones en cuanto a acceso a medicamentos, disponibilidad de seguros y control sanitario. La flexibilidad europea permite una adaptación más realista a nuestras condiciones. Países como Chile o Argentina podrían inclinarse hacia el modelo americano por tener sistemas más desarrollados, pero incluso allí se necesita un equilibrio. En mi opinión, en el contexto boliviano, las guías europeas son más funcionales y alcanzables.

- ¿Cómo difieren las recomendaciones farmacológicas entre ambas guías, especialmente en cuanto a monoterapia y combinación de tratamientos?

Las guías americanas tienden a ser más agresivas desde el inicio. Si bien comienzan con monoterapia, escalan rápidamente a combinación si hay factores de riesgo como diabetes, obesidad o dislipidemia. Utilizan una estratificación basada en el riesgo cardiovascular global, con herramientas como la tabla de enfermedad aterosclerótica. Por otro lado, los europeos son más conservadores: priorizan cambios en el estilo de vida antes de escalar tratamiento. Además, usan el SCORE, que considera comorbilidades, edad, colesterol y hábitos. Es un abordaje más gradual.

- En cuanto a la adherencia al tratamiento, ¿cuál es la realidad local?

Es muy baja. Muchos pacientes no acceden a medicamentos por problemas en los seguros. Como la hipertensión es silenciosa, si no sienten síntomas, tienden a abandonar el tratamiento. Además, los efectos secundarios de los fármacos, como el edema por calcioantagonistas o la tos por IECAs, también influyen negativamente. Si no sienten mejoría inmediata, muchos prefieren dejar la medicación. Hace falta mucha más educación al paciente para explicar que el beneficio no es sintomático sino preventivo.

- ¿Pueden ser contraproducentes las metas intensivas de presión arterial que proponen las guías americanas?

Pueden serlo en ciertos casos. Por ejemplo, bajar la presión por debajo de 130/80 en adultos mayores puede aumentar el riesgo de caídas por hipotensión ortostática. También puede llevar a la polifarmacia, con todos los riesgos que eso conlleva. Aunque el estudio SPRINT mostró beneficios de metas intensivas, hay que individualizar. En geriatría, la tolerancia hemodinámica cambia, y a veces es mejor mantener una presión un poco más alta si eso garantiza funcionalidad y seguridad.

- ¿Qué recomendaciones hay para poblaciones especiales, como adultos mayores o diabéticos?

Los americanos proponen mantener la presión en 130/80 mmHg incluso en pacientes con comorbilidades como diabetes o enfermedad renal crónica. En cambio, los europeos son más permisivos: aceptan hasta 150/90 mmHg en adultos mayores. En ambos casos, los pacientes con riesgo alto, como diabéticos, cardiópatas y con problemas renales, deben tener metas más exigentes. Prima el juicio clínico, especialmente cuando se trata de pacientes mayores o frágiles. No podemos aplicar un número objetivo de forma rígida.

- ¿Qué desafíos identifica para mejorar el control de la hipertensión?

Primero, educación masiva. Muchas personas en Bolivia creen que mascar coca, por ejemplo, ayuda en la diabetes o en la hipertensión, lo cual es erróneo. Hay mitos muy arraigados. También es fundamental mejorar el acceso a medicamentos y fomentar el control regular. A esto se suma la necesidad de campañas sobre estilo de vida: ejercicio, nutrición, abandono del tabaco. Y, por supuesto, incorporar tecnologías y estrategias que faciliten el monitoreo ambulatorio.

- ¿Cree posible una guía internacional unificada?

Sería lo ideal, pero hoy es inviable. Las diferencias epidemiológicas, culturales y socioeconómicas entre regiones son demasiado grandes. Incluso dentro de Latinoamérica hay disparidades enormes entre países. Lo más realista es que cada país adopte una guía adaptada a su contexto, pero basada en evidencia internacional sólida. Las guías europeas, americanas, chilenas o argentinas deben ser referentes, pero ajustadas a la realidad local para que realmente sean útiles.

Por María Ignacia Meyerholz