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21 Abril 2025

Dr. Roither Morón:

“La psiquiatría sigue siendo tabú y la salud mental se enfrenta a mucho estigma”

Los efectos de la pandemia, la falta de especialistas y los prejuicios aún arraigados han dejado en evidencia las carencias de los sistemas de salud mental.

La salud mental en Bolivia ha experimentado un notable deterioro en los últimos años, especialmente en lo que respecta a la ansiedad y depresión. Según datos del Ministerio de Salud, en 2021 se registraron 69.303 casos relacionados a esta área, siendo estas afecciones las más comunes.

Este número representa un aumento significativo en comparación con los 43.615 casos reportados en 2020. Además, un estudio del Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento de la Universidad Católica Boliviana reveló que el 24% de la población presenta síntomas de ansiedad y el 16% de depresión, cifras que afectan el doble a las mujeres que a los hombres. 

El psiquiatra Roither Morón analiza los efectos de la pandemia en esta área, el estigma persistente en torno a los trastornos psicológicos y los desafíos del sistema sanitario para responder a tal problemática.

- ¿Cuál es la situación actual de la salud mental en el país, especialmente en cuanto a trastornos de ansiedad y estrés?

En los últimos cinco años, especialmente desde el inicio de la pandemia, la ansiedad ha comenzado a visibilizarse más. La psiquiatría sigue siendo un tabú, y la salud mental aún se enfrenta a mucho estigma. Sin embargo, la crisis sanitaria permitió que muchas personas reconozcan estos síntomas. El 50% de la población fue afectada en algún grado, particularmente quienes contrajeron COVID-19, pues la mitad de ellos desarrollaron cuadros ansiosos o mixtos con síntomas depresivos. Muchos continúan en tratamiento.

- ¿El impacto es general o se ha concentrado en algún grupo específico?

La ansiedad no discrimina clase social. Afecta tanto a personas humildes como a sectores de ingresos altos. No obstante, el grupo más trastocado fue el de personas entre 20 y 40 años. En ese rango, la imposibilidad de trabajar, el encierro y la presión económica generaron un golpe severo.

- Desde su experiencia clínica, ¿cuáles son los síntomas más comunes de los trastornos de ansiedad?

Los más frecuentes son el insomnio, la irritabilidad y las cefaleas. También se presentan taquicardias, sudoración en las manos, sensación de muerte y pensamientos desesperanzadores. Muchas veces llegan con crisis de pánico o miedo a los espacios públicos, lo que conocemos como agorafobia. Estos signos deben alertar tanto al paciente como a su entorno.

- ¿Y qué enfoque terapéutico se recomienda?

El tratamiento debe combinar psicoterapia y fármacos. Se utilizan antidepresivos como la paroxetina, que ha demostrado buenos resultados en Santa Cruz. Además, se prescriben ansiolíticos, aunque con cautela, ya que un uso prolongado puede generar adicción. Recientemente se introdujo el clotiazepam, de acción breve, que reduce el riesgo de dependencia y permite mantener la rutina diaria. En cuanto a la psicoterapia, prefiero trabajar con el enfoque cognitivo-conductual, aunque respeto profundamente otras corrientes como el psicoanálisis.

- ¿Podría recomendar algunas estrategias preventivas para disminuir los niveles de ansiedad?

Es fundamental fomentar la resiliencia. La vida siempre presenta conflictos, y aprender a manejarlos con equilibrio emocional es clave. Acompaño los tratamientos con libros de autoayuda, como los de Marian Rojas y Wayne Dyer, porque ayudan a que el paciente entienda su proceso y encuentre herramientas prácticas.

- ¿Qué desafíos enfrenta Bolivia en materia de salud mental?

La situación es muy precaria. El Estado apenas destina el 0,01% del presupuesto a esto. En Santa Cruz, una ciudad de cinco millones de habitantes, hay solo dos hospitales grandes con un psiquiatra por turno, que asiste apenas una o media hora. En los centros de primer y segundo nivel directamente no hay psiquiatras. Además, no existen campañas nacionales y, desde el gobierno hasta las alcaldías, no se le da prioridad al tema.

- ¿Cree que formar a médicos generales en salud mental podría ser parte de la solución?

Sin duda. Soy docente en la Universidad Católica Boliviana y trato de sensibilizar a los estudiantes sobre la importancia de esta área. Los jóvenes muestran mucho interés, pero la resistencia persiste en generaciones anteriores. A modo de ejemplo, llevo nueve años trabajando en trastornos alimenticios, evaluando a pacientes antes de una cirugía bariátrica. Me atrevería a decir que soy el único. Es una muestra clara de cómo sigue faltando conciencia sobre la relevancia de nuestra especialidad.

Por María Ignacia Meyerholz