Necesidad urgente de abordar la depresión en enfermedades cardiovasculares
Incorporar diagnóstico y tratamiento adecuados de esta condición mental en estos pacientes es esencial para mejorar resultados y reducir la mortalidad, pero todavía requiere mayor consenso y acciones en las guías clínicas.
La depresión representa una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial y es un factor de riesgo reconocido para las enfermedades cardiovasculares (ECV). Los pacientes con ECV experimentan tasas de este trastorno mental significativamente más altas que la población general, variando del 18% al 30% en ECV generales y hasta el 40% en casos de insuficiencia cardíaca. Un tratamiento inadecuado de la depresión se asocia con un mayor riesgo de ECV a 10 años, un deterioro en la calidad de vida, peores resultados clínicos y un aumento de la mortalidad y la utilización de recursos sanitarios. Esta relación bidireccional entre la depresión y las ECV implica una compleja interacción de factores biológicos, conductuales, genéticos y socioeconómicos. A pesar de su impacto, a menudo no se diagnostica ni se trata adecuadamente en esta población.
El objetivo de este estudio, dirigido por el Dr. Edouard Battegay de la Universidad de Zúrich, Suiza, fue evaluar cómo las guías de práctica clínica sobre ECV abordan la depresión, incluyendo la orientación práctica para su manejo. Se buscó identificar las brechas, inconsistencias y áreas de mejora para informar a los organismos emisores.
Se realizó una revisión sistemática de 65 guías de práctica clínica sobre ECV, publicadas en inglés entre 2013 y 2024. La búsqueda incluyó las bases de datos como Trip, Epistemonikos, Google Scholar, literatura gris y sitios web de organizaciones emisoras. La extracción de datos abarcó características de las guías, recomendaciones sobre detección y tratamiento de depresión, y posibles interacciones fármaco-enfermedad.
El 71% de las guías de práctica clínica reconocen la depresión como factor de riesgo para ECV, pero solo el 51% ofrece recomendaciones para su manejo. La detección se menciona en el 37%, siendo los Cuestionarios de Salud del Paciente 2 y 9 (PHQ-2/PHQ-9) las herramientas más sugeridas, con recomendaciones de grado fuerte o moderado y nivel de evidencia medio o bajo. Para tratamiento, el 34% incluye recomendaciones, predominando las intervenciones no farmacológicas, especialmente la terapia cognitivo-conductual, y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) como fármaco de elección. Las interacciones fármaco-enfermedad se abordan en solo el 3%, y la participación de especialistas en salud mental en el desarrollo de las guías es del 12%. Las de rehabilitación cardiovascular y accidente cerebrovascular (ACV) representan el 22% y aportan el 24% de las recomendaciones, siendo las específicas para ACV las que más orientación brindan (68%). En las de enfermedad arterial periférica y aórtica, la orientación sobre depresión es escasa.
En conclusión, aunque la depresión se menciona frecuentemente en las guías de ECV, la participación de especialistas en salud mental es limitada y las recomendaciones inconsistentes, probablemente por falta de consenso sobre su impacto en los resultados. Es necesario que los organismos emisores aborden sistemáticamente esta comorbilidad, desarrollando guías específicas para mujeres y manejo de interacciones. Se sugieren estrategias como incluir secciones coescritas con especialistas, crear guías independientes o integradas y fortalecer la inclusión del apoyo en salud mental en programas de rehabilitación cardiovascular y enfermedades crónicas.
Fuente bibliográfica
Depression and cardiovascular disease: mind the gap in the guidelines
Blatch Armon D, et al.
European Heart Journal (2025) 46, 4226-4269