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Septiembre
2011.
Volumen
10
-
N
°
46
Llegué al Hospital Manuel Arriarán Barros como
estudiante el año
1962
, al curso de Puericultura,
que era la denominación en aquellos tiempos
de la disciplina dedicada a los cuidados del
niño en su etapa preconcepcional, prenatal y
postnatal. Hoy todo ello está incluido en el
actual concepto de la Pediatría. El hospital
Arriarán era considerado como la cuna de los
grandes pediatras de nuestro país.
La entrada en aquellos tiempos a nuestro
querido hospital se efectuaba por la calle Santa
Rosa, hacia una antigua casona colonial con
patio interior y una fuente de agua cantarina.
Allí funcionaba parte de los servicios de
Broncopulmonar y Neurología Infantil. Siguiendo
hacia el interior estábamos frente a un edificio
de dos plantas que correspondía al CAIMI
(Centro de Adiestramiento Materno Infantil).
Quisiera detenerme un instante en el CAIMI,
institución producto de la visión de dos insignes
pediatras salubristas de la época, Drs. Jorge
Rosselot Vicuña y Francisco Mardones Restat
(cariñosamente llamado Don Pancho). Consistía
en fomentar la atención primaria en función
del equipo de salud, incluyendo médicos,
enfermeras, auxiliares fijas y de terreno e incluía
a las madres de la comunidad para instrucción
sanitaria. Nosotros como estudiantes también
hicimos prácticas de preparación de mamaderas
en dicho centro, lo que fue un desastre, ya que
en ese tiempo dado el alto índice de desnutrición
en el país, se aumentaba el valor calórico de la
leche con maicena. La verdad es que fue un
desastre, resultando un engrudo que para las
generaciones actuales equivaldría a un Stic fix.
Siguiendo nuestro recorrido, había otro edificio
adjunto a la capilla del hospital, donde
estaba la Dirección, Servicio social y oficinas
administrativas. Este edificio había sido el
convento de las religiosas que atendían el
hospital. Cuando llegué, ya no estaba ahí, a
raíz de una pelea de la madre superiora con
el Director del hospital por una situación
embarazosa de una novicia, la cual se había
enamorado de un funcionario de servicio que
acostumbraba a correr en tenida deportiva por
los jardines del hospital.
Unos pasos más allá estaba el magnífico parque
con especies arbóreas, muchas de ellas
.
EDITORIAL
.
EL HOSPITAL MANUEL ARRIARÁN
Dino Curotto Arado, Médico Pediatra.